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En ocasiones, el cubo blanco es un vacío —sin aire, sin color, sin sonido—. En ocasiones, en la quietud, nos sentimos, tranquilamente, al borde de la profundidad. Catalyst of Matter [Catalizador de la materia], el montaje de esculturas que conforman la exhibición de Dale Brockman Davis, manda “al infierno” la tranquila introspección para estrellarse en la galería —sus objetos son una mezcla estridente pero deliberada de partes de instrumentos, patas de muebles, láminas de botellas de cerveza, dedales, llaves de casas, tablas de lavar y demás eclécticos artículos.
Las obras en exhibición, creadas a lo largo de los últimos quince años, mantienen una lealtad a la práctica y la estética de montaje de Los Angeles, pero también demuestran la singular capacidad de Davis para ver las cosas no como son sino como podrían ser —de la misma manera en la que ya lo hizo cuando cofundó, junto con su hermano Alonzo, la rompedora Brockman Gallery en 1967—. Aunque puede que Davis sea más conocido por su trabajo con la cerámica, Catalyst of Matter presentó obras que ponían en primer plano una experimentación habitual sin sutilezas a base de instrumentos descartados y otros objetos que son, para Davis, emblemáticos de la cultura negra. Al emplear objetos que, por su propia definición, requieren de la intervención humana para su completa activación (los instrumentos en particular), las esculturas de Davis proyectan al espectador dentro de la obra como el actor de las mismas, moviéndonos a preguntarnos qué es lo que está presente, pero también quién o qué se encuentra ausente.
En Ambrocio’s Song [La canción de Ambrocio] (2020), un contrabajo, intacto salvo por la adaptación de una larga y curvada pata de silla que hace las veces de diapasón, casi parece flotar sobre su estante. Radios de bicicleta ensartan corchos de colores brillantes contra el cuerpo liso y rojizo del bajo mientras un disco de vinilo se arquea entre los radios como una roja luna creciente, actuando como visualización del sonido. Aunque la ausencia del músico resulta palpable, la escala y el volumen de la escultura actúan como un sustituto del cuerpo, mientras que los corchos de colores implican la cadencia extravagante de una melodía invisible, una vía para que los dedos imaginados vuelen, animando las cuerdas ad hoc. De hecho, todas las obras de Catalyst of Matter conspiraron para dar vivacidad a un espacio sin palabras, no a través de la música en sí misma, sino a través de la inferencia de aquellos que alguna vez la tocaron, o podrían volver a hacerlo.
Una cinta roja brillante adorna la base de Tribute to Noah [Tributo a Noah] (2008), una forma delicada, parecida a un arpa, que abraza la abstracción más que cualquiera de las otras obras expuestas. La escultura es una lección de contrastes, o de opuestos; compuesta por un parachoques retorcido y oxidado, decorado con la bombilla de una cisterna de inodoro, la cinta confiere un estatus de trofeo a lo que, de otro modo, podría interpretarse como un montón de chatarra oxidada cuidadosamente equilibrada. El Noah al que se rinde homenaje es el artista Noah Purifoy, cuyas primeras esculturas fueron creadas a partir de los restos carbonizados de la rebelión de Watts de 1965, y cuya primera exposición en solitario tuvo lugar en la Brockman Gallery en 1971. En homenaje a las primeras esculturas de Purifoy, Tribute to Noah utiliza algunos de los materiales más toscos de la exposición, tal vez para hablar de la época posterior a la rebelión de Watts, tras la cual Davis, de apenas 20 años, se inspiró para abrir su propia galería, para crear algo de la nada.
Una de las obras más recientes de Davis, Rasta Helmet Dreaded [Temido casco rasta] (2022), destaca por su carácter más conflictivo, más descaradamente simbólico. Formada por un casco negro de motocicleta con una gran cantidad de objetos punzantes y una cuerda que, en conjunto, forman una cresta, esta cabeza en un pedestal resultaba amenazante y cruda. Tal vez fuera el casco polvoriento o el hecho de enfrentarse al espacio sudoroso y vacío donde el cuero cabelludo se encuentra con la espuma y la espuma con el plástico moldeado y falible lo que dio a esta obra un aire fantasmal. Sin embargo, la elección de objetos punzantes —artículos domésticos como lápices, palos de colores, radios de bicicleta y un corcho— sugiere domesticidad, incluso cuidado. La ambigüedad de la obra se reitera con el doble significado del título: “dreaded” como en lucir rastas; “dreaded”como en temido. Esta superposición de significados pone de manifiesto la construcción racista en la que la negritud es sinónimo de peligro. Junto a esta sorprendente constatación, hay un gesto encantador y sutil: el supuesto rostro se aparta de los espectadores, impidiendo el contacto visual, que es fundamental a la hora de expresar reconocimiento o empatía en los espacios sociales. Sin esta conexión, nosotros también estamos desconectados, quedamos en la ambivalente posición de encarnar la difícil situación del tímido y fantasmal jinete, y al mismo tiempo nos preguntamos a dónde podría haber ido, quién podría haber sido.
Davis, un espigador, un creador de formas, un organizador, un presentador, un profesor, siempre ha estado comprometido con la posibilidad de crear algo más significativo —más bello— a partir de lo que se ha pasado por alto. Este impulso ha existido desde que la Brockman Gallery dio espacio y apoyo a artistas multiculturales, negros y otras minorías en una época en la que muy pocas galerías o instituciones de propietarios blancos lo hacían. Aunque hacer un tesoro con objetos desechados no es una práctica nueva, la revelación de Davis es la inquietante sensación de soledad, el anhelo de reanimar el pasado, que resuena detrás de las formas funky, coloridas y energizadas de Catalyst of Matter. Para Davis, el propio instrumento contiene los poderes de la transubstanciación, y es a través del arte, solo del arte, que es posible una segunda vida, en la que los músicos perdidos o desaparecidos puedan volver a tocar. Catalyst of Matter es una continuación de la búsqueda de Davis para hacer visible lo que se considera prescindible, menos que o distinto, succionando los desechos y expulsándolos como algo sonoro, brillante, iluminador.
Esta reseña se publicó originalmente en Carla número 28.