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Con un vestido de gala azulado y su característico pintalabios oscuro, la artista multidisciplinar Christine Sun Kim cautivó a millones de espectadores con su evocadora representación del himno nacional y “America the Beautiful” en la Super Bowl de 20201. La artista californiana, asentada en Berlín, había sido invitada por la National Association of the Deaf (Asociación Nacional de Sordos) para interpretar ambas canciones junto con las cantantes Demi Lovato y Yolanda Adams. En vez de cantar la versión inglesa de las canciones, una traducción palabra por palabra que deja a los espectadores sordos alienados y confusos, Kim decidió traducir las letras a la American Sign Language (Lengua de signos americana, ASL por sus siglas en inglés), la cual, tal y como ella misma explicó a ArtNet, tiene una “sintaxis y una gramática completamente diferente de la inglesa”2. Las interpretaciones de signos que siguen el texto inglés terminan deformando la ASL, haciendo creer que los signos son una reproducción exacta de las palabras inglesas. Sin embargo, la ASL, al igual que el criollo haitiano o el inglés afroamericano vernáculo, es una lengua diferente que cuenta con sus propias reglas. La ASL es una expresión física que convierte el cuerpo en una paleta visual. Las ideas se transmiten a través de las formas que adoptan las manos, las expresiones faciales, la velocidad y la postura. Por ejemplo, el inglés requiere tres palabras diferentes para expresar “se lo pregunté”, mientras que solo un signo es necesario para esa misma frase en ASL. La interpretación de Kim expresó su intención de centrar la posición de la ASL, una lengua injustamente difamada y poco valorada por el mundo oyente. (Al igual que con la mayoría de las culturas e idiomas que amenazan el statu quo, los Estados Unidos cuentan con una historia vergonzosa de supresión de la ASL en su apuesta por integrar a los niños y adultos sordos dentro de un mismo marco mental auditivo. Por ejemplo, durante la Era Progresista, se prohibió a las escuelas que enseñasen lengua de signos. Algunas organizaciones continúan argumentando falsamente que la ASL tiene un impacto negativo sobre la adquisición de lenguaje hablado)3.
El que debió haber sido un momento triunfal para la comunidad sorda y la ASL se vio arruinado por la decisión de Fox Sports de interrumpir la interpretación de Kim para mostrar imágenes de los jugadores que se encontraban en las líneas de banda. Incluso el “bonus” de la fuente de contenidos online de la web de Fox Sports, que supuestamente iba a haber sido dedicado a Kim en exclusiva, interrumpió repetidamente su enérgica interpretación. En un artículo de opinión publicado al día siguiente, Kim escribió que la retransmisión fue “una oportunidad perdida en la lucha por la inclusión a gran escala en los medios de comunicación”4. Este incidente sintetiza de forma sucinta las soluciones neoliberales para la inclusión y la diferencia —ofrecer ramas de olivo simbólicas que, en definitiva, materializan la supremacía del statu quo—. De la misma manera, la expresión artística de Kim busca estas inflexiones de poder y ambigüedad, examinando su materialización a lo largo y ancho de los ámbitos sociales y las interacciones al desviar nuestra concepción de lo que es la voz y la colectividad.
En su obra, que incorpora dibujos, espectáculos participativos, instalaciones, texto y video, Kim suele explorar su expansiva relación con el sonido y la palabra hablada. Insatisfecha con nuestro enfoque superficial hacia la comunicación, Kim urge a los espectadores a que reconozcan la fluidez del lenguaje, en el que los significados pueden cambiar y reorientarse dependiendo de una avalancha de variables, desde la intención personal hasta el espacio físico o el legado histórico. En particular, sus dibujos al carboncillo han cosechado grandes alabanzas por sus observaciones, en la línea de lo punk, que se han visto inspiradas por sus propias experiencias como mujer sorda moviéndose en un mundo audiocéntrico. Estos dibujos han plasmado la ira de la sordera, decisiones personales sobre la lectura de labios y la terapia del lenguaje, y la manera en que los actos cotidianos se ven infundidos por el sonido (esperar en la consulta del médico, hacer la compra). Una obra muy característica, titulada Shit Hearing People Say to Me [Mierdas que me dice la gente que oye] (2019), ilustra un gráfico circular dividido en 14 porciones, cada una de las cuales contiene un comentario ofensivo que le ha sido dirigido a la artista por una persona con audición normal. En otras obras, Kim ha imaginado los sonidos emitidos por fuentes no tradicionales como pueden ser las obsesiones o el cambio climático. Aunque Kim ofrezca una visión valiosa sobre los matices de su experiencia como persona sorda, estaríamos equivocados si enfocáramos sus expresiones artísticas como una ventana voyeurística de una sola dirección hacia la sordera, porque al hacerlo aplanaríamos el gozoso torbellino de provocativas ideas que animan su obra. Al convertir pensamientos complejos y emociones en breves esbozos a modo de memes, Kim aumenta las posibilidades del lenguaje hablado y el sonido, mostrándolas como un “fenómeno multisensorial, uno cuyas propiedades son auditivas, visuales y espaciales, así como determinadas socialmente”5.
Kim saca partido de la frustración propiciada por la interpretación de la Super Bowl —e, indirectamente, otros eventos importantes de 2020 (el confinamiento provocado por la Covid-19, los levantamientos contra el racismo hacia los negros)— en su última exhibición en solitario, Trauma, LOL, en la François Ghebaly de Los Angeles, la primera que se centra exclusivamente en sus dibujos6. Al entrar en la galería, el público es recibido por dos obras que derivan de su espectáculo en la Super Bowl de febrero de 2020, fragmentos de la grabación visual basada en su traducción del himno nacional y “America the Beautiful” a la ASL (America the Beautiful y The Star-Spangled Banner [Third verse], todas obras de 2020). De forma inmediata, uno es transportado a la experiencia del lenguaje de Kim, en la que el lenguaje es una zona porosa compuesta por gramáticas superpuestas y lagunas creativas. La exhibición sirve de escaparate para sus estilos de comunicación ideosincráticos, donde los relojes rastrean detonantes psicológicos y los pentagramas representan dedos virtuosos. (En las obras de Kim, la artista altera su visualización del pentagrama musical pasando de las típicas cinco líneas a cuatro, representando el signo de ASL para las partituras en el que se esconde el pulgar y los cuatro dedos restantes se mueven horizontalmente de izquierda a derecha). Se apropia de símbolos provenientes de diversos sistemas de comunicación —diagramas de Venn, las caras sonrientes de las tablas de emociones, diagramas de líneas, escritura musical— amoldándolos a una partitura en sintonía con las propiedades multisensoriales de su perspectiva. Minimalistas y sazonados de un humor mordaz, los 22 dibujos cubren un amplio terreno conceptual, desde el significado del patriotismo estadounidense entre los grupos marginados y las dimensiones espaciales del poder, hasta la influencia del lenguaje en la percepción de uno mismo y el sentimiento de pertenencia.
Kim empezó a trabajar con el sonido en 2008, pasando de estar enfocada en el dibujo a realizar una práctica liminal que unía todos sus intereses. Aunque puede que sus medios cambien de proyecto en proyecto, su foco en los entornos del sonido se mantiene como un motivo inmutable. Cuando estaba creciendo, se le enseñó a tratar el sonido como algo separado de sí misma, una cualidad fuera de su alcance que solo pertenecía a la gente oyente. Esta falsa separación la llevó a “[cuestionar] constantemente la posesión del sonido”7. Se dio cuenta de que su propia relación con el sonido había sido seccionada por las limitaciones del mundo hablado, e intentó desaprender todo lo que se le había enseñado. Cuando su eje artístico le reportó más y más apoyo institucional, comenzó a pensar sobre las dimensiones sociales del sonido. Durante su TED Talk de 2015, subrayó que “el sonido es como el dinero, el poder, el control: una moneda de cambio social”8. Su obra investiga esta cualidad que va en sintonía con la forma en que nuestra sociedad infravalora escandalosamente el significado del sonido y el silencio, al tiempo que de forma implícita vigila quién tiene acceso a los mismos.
En el pasado, Kim ha comparado el signar con la música, apuntando cómo ambos dependen del espacio y la inflexión9. El significado se puede ver alterado por delicados ajustes en el planteamiento, el tono y el volumen. Haciendo uso del piano como metáfora para tener una mejor visualización de las texturas del canto, Kim contrasta la “linealidad” del inglés, donde solo se toca una nota cada vez, a la progresión de acordes de la ASL: “Los diez dedos han de trabajar simultáneamente para expresar un concepto claro o una idea”10. Si una sola nota cambia, el conjunto se ve afectado. Me recuerda a un cuadro de la artista sorda Susan Dupor, Stream of Consciousness [Corriente de conciencia] (2003). Ahí, una nadadora se deja llevar tranquilamente río abajo, flotando sobre una cama de manos sin cuerpo. La obra ilustra el flujo de pensamientos infinito de Dupor, una traslación literal y metafórica de su relación con el lenguaje, una unión de cuerpo y mente que fractura nuestras concepciones sobre la habilidad normativa. Al igual que Dupor, Kim ha creado un vocabulario tallado acorde a su propio proceso, en vez de haberlo forzado para que se ajustase a las nociones de una comunicación “apropiada”. Las interpretaciones del pensamiento de ambas artistas, como una práctica que va unida al cuerpo, revelan la elasticidad de la lengua de signos, y cómo su alcance puede revigorizar, para mejor, la perspectiva audiocéntrica. Kim trata de captar esta destreza. La poeta M. NourbeSe Philip escribió que hablar otro idioma es “entrar en otra conciencia”11, y Kim se deleita en estas superposiciones de lenguaje y percepción.
Muchas de las obras en la exhibición lidian con años de opresión, y con el trauma causado por normas discriminatorias por cuestión de capacidad, como en Three Tables III (AGB, HPA, DTS) [Tres mesas III (AGB, HPA, DTS)], que reimagina diversos obstáculos sociales y familiares para la gente sorda, en la forma de grandes mesas tambaleantes apiladas unas encima de otras a diferentes alturas. Cada una de las mesas, que también se asemejan a pentagramas alargados o a una pista de obstáculos y sus inestables vallas, aparece etiquetada con un trauma. En las dos de abajo se puede leer “síndrome de la mesa de comer” y “ansiedad de la gente oyente” en referencia a momentos específicos de exclusión: encontrarse en un lugar donde la conversación no está siendo gesticulada y que se espere que uno maneje las desproporcionadas expectativas de un mundo audiocéntrico. La mesa de arriba en el dibujo, elevándose por encima de las demás, aparece etiquetada como “Alexander Graham Bell”, a quien se celebra frecuentemente por la invención del teléfono a expensas de recordar su cruzada, con tintes eugenésicos, en contra de la lengua de signos. Conectar a Bell con las otras dos frases ofrece un hábil atisbo de la limitación de derechos, de lo íntimo a lo institucional (Bell jugó un papel principal en la prohibición de la enseñanza de la ASL en las escuelas del país)12. Las obras Trauma as a Baby [Trauma de bebé] —que traza los traumas a lo largo de las distintas etapas de la vida en un gráfico que enfrenta el tiempo y el impacto— y Deaf Traumas [Traumas sordos] —un arreglo circular de caras sonrientes que expresan desde felicidad hasta tristeza en base a su reacción a cada una de las situaciones que Kim identifica— lidian con la ira y los límites personales de maneras que no son nuevas para Kim. Ya antes ha empleado tablas para expresar estas realidades, pero en estos dibujos desentierra una historia de exclusión que alcanza a la mayoría de entornos y relaciones. ¿Cuál es la mejor manera de expresar una situación o una sensación inimaginable? De forma similar a la ASL o a las notas musicales, Kim nos recuerda lo difícil que es captar en papel la esencia de las palabras, las emociones y los recuerdos. Abundarán los deslices y los malentendidos.
En “Critical Care” [“Cuidados críticos”], un ensayo de Artforum sobre el artista Park McArthur, Colby Chamberlain cita a Kim junto con Carolyn Lazard, Jesse Darling y McArthur como ejemplos de artistas cuyas obras toman “la discapacidad como praxis —como modos de pensamiento, personificación de conocimientos, alianzas afectivas—”13. Aunque las intenciones que se encuentran tras sus esfuerzos no deberían ser enteramente ligadas a teorías académicas, Chamberlain sostiene que los paralelismos entre sus prácticas y sus estudios sobre discapacidad ofrecen una capa extra de contexto por su desestabilización de la habilidad y la identidad. Lo que es más, sus obras representan una reconsideración en su compromiso de vanguardia hacia “la disipación del mito de la autonomía”14. Los estudios sobre la discapacidad disturban la “naturalidad” de los conceptos de independencia y normalidad, exponiéndolos, en cambio, como estrategias de control social y desposesión similar al de la raza, el género, la sexualidad y la clase. Como la profesora y académica Rosemarie Garland Thomson escribe en su libro de 1996 Extraordinary Bodies, “las escaleras, por ejemplo, crean un ‘impedimento’ funcional que no crean las rampas. La información impresa se ajusta a los videntes, pero ‘limita’ a las personas ciegas. La sordera no es una condición discapacitante en una comunidad que se comunica tanto por gestos como hablando”15. Al igual que la vanguardia, los estudios sobre la discapacidad desconfían de las barreras de la normalidad, estiran hasta hacerlas irreconocibles.
Kim mantiene este desafío al statu quo, fracturando el mito de la capacidad con dibujos que al tiempo se burlan y retroceden horrorizados ante el enfoque autoritario de América hacia lo diferente. When Grammar Mood [Cuando toca gramática] emplea un diagrama de Venn para ilustrar el resbaladizo movimiento que se da entre la ASL, el inglés para sordos y el inglés escrito. Al tiempo que alude a los desequilibrios entre sus relaciones, el dibujo señala la fricción que ocurre entre los lenguajes —cómo el intento por unir dos o más perspectivas puede llevar a cuestiones de poder y agencias—. Como alguien que habla bien en un idioma sin prioridad en los Estados Unidos y debe forjar un lazo afianzado con intérpretes que traduzcan su voz, Kim tiene un íntimo conocimiento de las tensas negociaciones que marcan la sordera en un mundo audiocéntrico. Más que describir su experiencia con una narrativa de deprivación, el suyo es un mundo de colaboración radical, uno que se erige en claro contraste ante la autosuficiencia superficial pregonada por la sociedad predominante.
Turning Clock [Reloj giratorio] reflexiona sobre este potencial para el compañerismo. El dibujo de mayor tamaño en la exposición, reproducido directamente en la pared de la galería, es un mural que toma prestado el repetitivo símbolo del reloj, reemplazando los números por manos suspendidas en una frase familiar: una forma en L creada por la extensión de los dedos índice y pulgar mientras que el resto de dedos quedan recogidos. Dependiendo de la dirección de la mano, el signo puede significar tanto “tu turno” como “mi turno”. El signo rota dando vueltas en un arco similar al del sol, cada signo apuntando hacia diferentes espectadores del público potencial de la galería hasta que, en algún momento, el círculo se ha completado y todos han sido saludados. Como la mayor parte de la obra de Kim, el dibujo se desdobla en una sutil llamada a la acción que, aunque enraizada en su experiencia personal, presiona en pos de un lenguaje más amplio de reciprocidad colectiva.
Allison Noelle Conner escribe sobre cine y literatura. Vive en Los Angeles.
Esta ensayo se publicó originalmente en Carla issue 23.