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En el libro Dictée, de Theresa Hak Kyung Cha, de 1982, que abarca todos los géneros, la artista coreana-estadounidense escribe: “Quebrarse. Hablar quebrado. Decir quebrado. Conversar quebrado. Contar quebrado”1.Cha hablaba coreano, inglés y francés con fluidez como resultado de múltiples traslados a raíz de la guerra de Corea, pero se sentía “quebrada” frente a su lengua materna y su país, a lo que respondía con el lenguaje altamente experimental de Dictée y otros libros. Si Cha viviera hoy en día, podría encontrar un alma afín a sus palabras en Sun Woo, una pintora surcoreana cuyas obras de arte híbridas rememoran —e inventan— diversas narrativas que abordan su propio desarraigo contemporáneo. En la primera exposición individual de Sun Woo en la Make Room de Los Angeles, Swamps and Ashes [Ciénagas y cenizas], surgió una hibridez fantástica y amenazadora. Los humanos se convirtieron en objetos y los objetos en humanos, formando nuevos y tensos paisajes definidos por la fusión surrealista de personas, lugares y productos. En estos cuadros, Sun Woo examina el cuerpo y el hogar como lugares de dolorosa transformación, cuyas diversas expresiones colisionan dentro de cada inquietante lienzo.
Sun Woo emplea diversos modos estéticos para explorar la turbulenta relación del cuerpo con un entorno en constante cambio. En Salamander’s Cottage [La cabaña de la salamandra] (todas obras de 2023), una pierna de madera incorpórea tallada con decorativos motivos florales se yergue en medio de una llamarada mientras una estufa de leña ennegrecida enciende gigantescas llamas aerografiadas que arden alrededor de una laptop abierta situada en primer plano. Repleta de intrincados detalles en una paleta desaturada, algunas partes de la composición recuerdan el estilo gótico de las novelas románticas, pero la pantalla de la computadora también evoca nuestro presente hiperconectado. El singular lenguaje visual de Sun Woo crea un pastiche caótico que tanto enajena como castiga el cuerpo. En Dawn in the Grove [Amanecer en la arboleda], una plancha lanza vapor aerografiado sobre un brillante tapete de pelo largo y negro que se extiende sobre un burro de planchar de madera como si hubiera sido recién planchado; el lustroso brillo del pelo recuerda a los estilos que se encuentran en el manga popular. El conjunto resultante utiliza la estética callejera estadounidense, que se aprecia en el aerógrafo gestual y grafitero de Sun Woo, y las formas del cómic asiático para representar una parte del cuerpo trasplantada —el pelo— en un escenario pastoral genérico. Estas composiciones multivalentes reflejan la biografía de Sun Woo: de niña emigró a Canadá desde Corea del Sur y asistió a una escuela de arte en New York antes de regresar a Seúl, donde reside actualmente. Si el efecto de la adición estilística resulta desorientador, quizá sea por eso: cada cuadro recoge una serie de medios, recuerdos y referencias procedentes del repertorio transnacional de Sun Woo, creando escenas que ponen de relieve la inestabilidad del cuerpo.
Las eclécticas pinturas de Sun Woo evocan la multiplicidad de su material de origen, una amalgama en la que el cuerpo aparece disimulado en formas y fragmentos, interpolado por —o dentro de— una gama de objetos cotidianos. Estas imágenes inconexas del yo suelen ir acompañadas de una sensación de violencia.
En Brittle Landscape [Paisaje quebradizo], montículos de paja en forma de pera son horadados por secadoras de pelo y clavos metálicos, dando lugar a agujeros que parecen vulvas; en el borde inferior del lienzo unas llamas emergen del ventilador de una secadora de pelo, dispuestas a prender fuego a la imagen. En Room of Haze [Sala de bruma], un vaporizador de alta tecnología rodea un tendedero adornado con “ropa” que parece estar hecha de superficies corporales mutiladas: camisetas de tirantes confeccionadas con piel cosida y ensangrentada; una gran manta cubierta de profundos poros carnosos. Una amenaza implícita acompaña también a obras de pareidolia como The Cleanse [La limpieza], en la que un trío de caracoles iridiscentes circunda un desagüe de fregadero que se asemeja vagamente al ojo de una persona. Inmediatamente nos vienen a la mente numerosas narraciones que nos sugieren la posible entremezcla de humano y objeto: ¿hay alguien enterrado bajo este desagüe? ¿Se la han comido viva estos caracoles? En la obra de Sun Woo, el cuerpo y su entorno, a menudo doméstico, se encuentran en una batalla constante, una guerra que produce formas recombinantes marcadas por la violencia de su devenir.
En el breve video de Cha, Mouth to Mouth [Boca a boca] (1975), que se mostró junto a una de las pinturas de 2022 de Sun Woo en una exposición colectiva en la N/A Gallery de Seúl, un primer plano estático de la boca del artista da forma a ocho vocales coreanas. Poco a poco, los dientes y los labios empiezan a semejar otras imágenes: un agujero rocoso, un puño cerrado. Las pinturas de Sun Woo difieren de las obras de Cha en el tono y la textura, pero sus representaciones del desarraigo comparten su tratamiento del cuerpo trasplantado, situando la migración como un proceso que fragmenta la representación, ya sea en el lenguaje (como en Cha) o en la pintura (como en Sun Woo). Sun Woo, como diría Cha, “pinta quebrado”: su manera de combinar por libre los géneros y la figuración surrealista evoca una condición corporal marcada por el cambio perpetuo y violento. La obra de Sun Woo muestra la inestabilidad de la domesticidad: el hogar se convierte en un lugar casi irreconocible y tumultuoso donde las personas y los productos son permeables y sus porosos límites cambian bajo la presión. De este modo, Sun Woo ofrece un paralelismo corpóreo entre las nociones de desarraigo y migración. Lo que al principio parece un salón vacío o un paisaje rural se convierte rápidamente en una expresión del cuerpo, que puede manifestarse también como un objeto doméstico amenazador y dislocado: una secadora de pelo rebelde, quizá, o una laptop que se consume lentamente.
Esta reseña se publicó originalmente en Carla número 35.