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El edificio de la Lisson Gallery en Los Angeles albergaba previamente un club de sexo gay llamado The Zone, una historia que Hugh Hayden utilizó tanto en la forma como en el contenido de su exposición Hughman. Hayden, arquitecto de formación que se dedica principalmente a la escultura, a menudo construye entornos extraños y un tanto amenazadores que incitan a interrogarse sobre los peligros de la vida americana. Para Hughman, su primera exposición personal en Los Angeles, el artista transformó la galería en un cuarto de baño público, un gesto que revitalizó el espacio con el espíritu de su vida anterior y convirtió la galería en una especie de lugar de cruising, con urinarios a medida incluidos. (Según Hayden, recuperó la antigua plomería de The Zone para instalarlos). Al señalar el pasado reciente del edificio, la exposición hizo difícil ignorar el desarrollo en curso del barrio circundante, que inevitablemente envuelve a Lisson en la historia más amplia de la gentrificación de L. A. Al desplegar símbolos de masculinidad, sexualidad y violencia, Hayden también hizo hincapié en que incluso nuestros momentos más ostensiblemente íntimos están sujetos a vigilancia y existen bajo la influencia de los poderes políticos y estatales que conforman nuestra vida urbana y nuestros espacios públicos.
Lo primero que uno veía al entrar en Hughman era un lavabo y un espejo, y el reflejo de uno mismo le implicaba en esta obra. Cada pared de la galería estaba ocupada por hileras uniformes de cabinas de baño metálicas. Solo abriendo sus puertas se podían ver las obras, principalmente esculturas que incorporaban materiales naturales y sintéticos, como ramas de árbol y cerdas de cepillo de nylon. El trabajador de la galería, asumiendo el papel de encargado de los baños, te decía que los urinarios situados detrás de algunas puertas eran totalmente funcionales. Tanto si los utilizabas como si no, como supuestamente hicieron algunos visitantes, tenías que adoptar un papel activo para recorrer la exposición. Las cabinas hacían que cada obra solo pudiera contemplarse de forma aislada, y entrar en ellas provocaba sensaciones de claustrofobia y vergüenza. Al asomarse y entrar en cada puesto, uno se sentía a la vez como si se estuviera entrometiendo y como si alguien pudiera entrometerse. Esta mezcla de incertidumbre y descubrimiento íntimo se aproximaba a una versión aséptica de la experiencia de cruising que uno podría haber experimentado en The Zone.
The Zone era un laberinto de dos plantas de cubículos y cabinas privadas donde el uso de ropa era opcional que acogía a hombres en Sycamore Avenue durante casi 30 años antes de cerrar en 2020 durante la pandemia de Covid19. Al igual que otros espacios queer de L.A. y otras ciudades, fue blanco de la policía local desde el primer día. “Abrí The Zone el 19 de julio de 1991”, escribió Peter Deep, propietario original del club. “LA LAPD vino a la inauguración y me detuvo toda la noche. No se presentaron cargos, simplemente era que tuve la osadía de abrir un club gay en L. A.”1. En Hughman, esta historia de vigilancia y trampas tendidas por la policía se hacía palpable. First Date [Primera cita] (todas las obras de 2023) una escultura con dos urinarios desiguales, hechos a mano, uno frente al otro, parecía animar a un encuentro erótico, incluso aunque se corriera el riesgo de ser descu bierto. En otro urinario, Freedom [Libertad], un collage enmarcado de una bandera estadounidense hecha de pastillas rojas, blancas y azules de Propecia, Zyrtec y Descovy colgaba sobre Brainwash [Lavado de cerebro], un pupitre escolar cubierto de cerdas de escobilla para inodoro. Mientras que First Date sugería que el riesgo potencial forma parte de la diversión, la siguiente instalación —que evocaba el entorno escolar estadounidense, con el foco de recientes debates en torno a las “leyes de uso de baños” dirigidas a estudiantes trans y no conformes con el género— hablaba de cómo el control administrativo de los cuerpos realizado por el estado puede hacer que incluso una ida al baño resulte incómoda, cuando no directamente peligrosa, para las personas queer. Mientras tanto, la bandera de Freedom invitaba a dos lecturas opuestas, indicando las nuevas libertades concedidas a la cultura de las relaciones sexuales entre homosexuales con la inclusión de Descovy, el medicamento que combate el VIH, al tiempo que reduce todo un mito nacional a un puñado de píldoras de marca desarrolladas por grandes grupos empresariales con ánimo de lucro.
Varias otras esculturas de Hayden abordaban más descaradamente el poder en relación con la masculinidad y la sexualidad. Pegada a la pared de una caseta, Stick ’Em Up [Ríndete] era un molde de silicona blanca de un torso masculino cubierto de pelo humano con una pistola de juguete saliendo de su entrepierna. Peacemaker [Pacificador], un torso desnudo pintado de blanco lucía un revólver en un arnés. Pathology [Patología], por su parte, era un modelo anatómico recortado del aparato reproductor humano masculino, del tipo que se puede encontrar en un aula, salvo que este tenía unos pantalones azules de policía que cubrían la pierna, con esposas y una pistola colgando de la cintura. Demostraba a la vez dominación y fragilidad, exponiendo a un representante del poder estatal y de la bravuconería masculina al escrutinio que normalmente infligiría a los demás. Al combinar armas de fuego y falos con una vulgaridad casi caricaturesca, estos amenazadores espectros de las fuerzas del orden combinaban el humor y la carga erótica de un modo que complicaba pero no disminuía el aura de amenaza. Más bien, Hughman parecía sugerir que el peligro forma parte inevitable de los códigos de masculinidad estadounidenses, envueltos como están tanto en la intimidad homoerótica como en la violencia.
Según Hayden, el punto de partida para Hughman fue The Audition [La audición], una silla de director de la que sobresale una maraña de amenazadores falos de madera.2 La obra señala las dinámicas de poder desiguales arraigadas en la industria dominante de L. A., que reflejan la inequidad en la ciudad en general, inclu yendo el barrio de Hollywood, que se encuentra en rápido desarrollo y es donde se ubica Lisson. Aquí, mientras lugares como The Zone siguen desapareciendo de una zona recientemente denominada “el nuevo punto de encuentro más cool de L. A.3” por sus tiendas y galerías de lujo, los promotores inmobiliarios la han rebautizado como “Sycamore District”, como si quisieran desvincularla de su identidad como parte de un ecosistema urbano denso y diverso. Hayden se resiste a esta renovación de imagen reviviendo el oscuro erotismo y la ansiedad del lugar, recurriendo a una historia compartida por innumerables espacios queer que corren el riesgo de desaparecer. En Hughman, la historia de The Zone sirvió para recordarnos que nuestros momentos más privados quizá nunca sean totalmente nuestros, que ni siquiera entrar en un retrete basta para protegernos de las fuerzas de gentrificación, vigilancia y biopolítica que atentan contra nuestros espacios y cuerpos.
Esta reseña se publicó originalmente en Carla número 36.