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En 2019, el colectivo chileno de performance LASTESIS organizó la protesta participativa Un violador en tu camino frente a una comisaría de Valparaíso. Los videos de la manifestación, que expresaba preocupaciones urgentes en torno a la desigualdad y la violencia de género, se difundieron rápidamente en Internet: las mujeres reprodujeron públicamente sus movimientos coreografiados en diversas protestas en América Latina y otros lugares. En unidad, las manifestantes cantaron sobre la violencia sexual, remarcando su mensaje con zapateados sincronizados y posturas simbólicas, agachadas en el suelo como si estuvieran bajo arresto. LASTESIS, cuyo nombre se traduce como “the theses” en inglés, crea espectáculos que pretenden hacer más accesible la teoría feminista. Su enfoque comunicativo, que hace hincapié en ser compatible y la viralidad, ha sido fundamental para el creciente impulso del movimiento feminista en el Sur Global y más allá.
La exposición for the sake of dancing in the street [a favor de bailar en la calle], organizada por Yasmine Nasser Diaz en colaboración con Los Angeles Nomadic Division (LAND) en OXY ARTS, homenajeaba a los artistas y colectivos que impulsan este movimiento. Aunque muchos elementos de la exposición se referían específicamente al trabajo y el impacto de LASTESIS, otros apuntaban a movimientos feministas globales que han utilizado estrategias similares, trazando las conexiones entre estos esfuerzos. El título de la muestra está tomado de la canción de protesta persa de Shervin Hajipour de 2022 “Baraye”, cuyos versos se compartieron a menudo en tuits para protestar por la muerte de Jina “Mahsa” Amini, una joven iraní de 22 años que fue asesinada el 16 de septiembre de 2022 mientras estaba bajo custodia policial por haber violado el mandato del hiyab (la letra de la canción “por el remordimiento de vivir una vida ordinaria” amplificaba la urgencia que había detrás de estas manifestaciones)1. Mediante el uso de estos medios, las protestas orquestadas en forma de bailes y consignas coreadas adquieren fuerza en el ámbito digital, forjando redes de solidaridad que trascienden las fronteras geográficas.
En una pantalla de televisión situada en el vestíbulo de OXY ARTS, LASTESIS presentó imágenes recopiladas de mujeres interpretando Un violador, con los ojos vendados (tanto para ocultar sus identidades como en referencia al uso de vendas de la policía), coreando el estribillo de la protesta: “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía” —mientras se movían al unísono—. Según la teórica académica Diana Taylor, la danza es portadora de un conocimiento incorporado que no se transmite a través de registros escritos, sino a través de la recreación2 —el movimiento dinámico de las intérpretes es parte de lo que hizo que esta protesta en particular fuera tan eficaz y generalizada—. Existe un rico legado de protestas feministas impulsadas por artistas que son experiencias multidimensionales a las que se accede a través de la participación activa. Dado que las puestas en escena más recientes se han diseñado para las plataformas de las redes sociales, pueden ser vistos fácilmente por nuevos públicos. Esta viralidad contrasta fuertemente con la ocultación a veces hermética de los archivos institucionales de los movimientos de protesta, que solo están disponibles para quienes los buscan.
En otra parte de la exposición, la comunidad internacional de cartografía feminista Geochicas creó un mapamundi interactivo que trazaba el impacto global de Un violador. El mapa táctil archivaba videos de la protesta compartidos en las redes sociales y marcaba su ubicación correspondiente con geoetiquetas de color morado; las ubicaciones van desde lugares emblemáticos como el Museo Reina Sofía de Madrid hasta zonas remotas como el Monte Ida de Turquía3. Cada lugar pone de relieve la influencia de la canción de protesta y su capacidad para adaptarse a diversos contextos en todo el mundo, proporcionando un grito de guerra conectivo: la letra de la canción de protesta se ha traducido a más de 22 idiomas, con versos modificados para reflejar el espectro prismático de las luchas del feminismo4. Un póster de risografía impreso por Entangled Roots Press, un proyecto de grabado radical con sede en Portland (Oregon), presentaba las traducciones al inglés y al español de la letra de LASTESIS en letras negras sans serif, que contrastan con ilustraciones amarillas de brazos cruzados. Apilados en una estantería para que los visitantes pudieran cogerlos, los carteles incluían instrucciones para recrear la coreografía que los acompañaba, un gesto táctil que contrastaba con los métodos mayoritariamente digitales que se han utilizado para difundir la manifestación.
El trabajo de LASTESIS también sirvió de contexto para la contribución de la curadora Nasser Diaz a la exposición. Reproducida en un televisor de los años 90, su instalación de video de dos canales For Your Eyes Only (FYEO) [Solo para sus ojos (SPSO)] (2021–23) incorpora documentación de video de Un violador interpretado en Túnez, India y Turquía, señalando de nuevo a la comunidad global que la canción de protesta ha ayudado a cultivar. La instalación, que se montó en una sala separada del resto de la exposición, tenía la forma del dormitorio de un adolescente. Una bola de discoteca giratoria iluminaba una colección de objetos selectos, como el libro de Nawal El Saadawi The Hidden Face of Eve [La cara oculta de Eva] (1977) sobre una cómoda; un folleto de la ACLU titulado Know Your Rights (2021) sobre una alfombra de felpa rosa; y una camiseta con el lema “Free Palestine [Libertad para Palestina]” colgada de un cesto de la ropa sucia. Muchos de los objetos reflejan los años de formación de Nasser Diaz, hija de inmigrantes yemeníes y criada en Estados Unidos en un periodo de intensa toma de conciencia política. Otros se refieren al momento actual, trazando un hilo conductor entre las luchas liberadoras pasadas y presentes.
Proyectados sobre una cama individual de la instalación, videos de TikTok e historias de Instagram protagonizadas por personas feministas y queer de la diáspora del sudoeste asiático y el norte de África (SWANA) bailaban alegremente mientras sonaba de fondo un tema techno en bucle de la artista sonora de Beirut Carol Abi Ghanem. La videoinstalación, convergencia de música y danza, era un rechazo del riesgo inherente a la afirmación de la autonomía corporal en espacios que tratan de reprimirla. Durante un recorrido por la exposición, Nasser Díaz llamó la atención sobre las injustas detenciones de mujeres de Oriente Medio que han sido avergonzadas públicamente por grabarse a sí mismas bailando. Su hincapié en el movimiento se hace eco de la estrategia de protesta de LASTESIS, que ha trascendido la censura en línea y las leyes estatales opresivas en torno al movimiento al negarse a acatar los mandatos represivos. Estas obras ofrecen un medio alternativo de participar en manifestaciones políticas, haciendo especial hincapié en la seguridad de las mujeres y en una profunda comprensión de sus respectivos contextos.
Las redes sociales han reforzado las conexiones entre las comunidades feministas de todo el mundo, adoptando un coro de voces que se hace más fuerte cada vez que se comparte, se reenvía o se recrea. Mientras las protestas fugaces llegan a los archivos, surge una pregunta pertinente: ¿qué ocurre con los intercambios transitorios que tienen lugar durante las protestas, las melodías fugaces y los movimientos de baile íntimos? Para los artistas reunidos en OXY ARTS, el paisaje digital proporciona un espacio para que estos intercambios vivan y perduren, celebrando la colectividad a través del movimiento y transmitiendo y deleitándose con la alegría y la autonomía, incluso en contra de las condiciones globales que a menudo ordenan lo contrario.
Esta reseña se publicó originalmente en Carla número 34.