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”¡Parece imposible hasta que se hace!“
La artista y cineasta Cauleen Smith escribe este mantra en un papel azulón, con letras gruesas y en cursivas en el COVID MANIFESTO 8 [MANIFIESTO COVID 8] (2020), un video de la serie que fue exhibida el pasado verano en Londres donde se cuestionaban las normas egoístas del mundo occidental —muchas de las cuales han aumentado los horrores de la pandemia de la Covid-19—. En muchos sentidos, las palabras y las intenciones de Smith son la suma de toda su obra, que aboga por un mundo más amable y sostiene que las cosas resultan “imposibles” porque hay intereses que así las plantean.
El trabajo de Smith, a través del video, las actuaciones y las instalaciones, concibe estos mundos mejores y destapa el hecho de que nuestros ancestros ya nos dieron las herramientas y el conocimiento para crearlos. Desde el lanzamiento de su primer largometraje, Drylongso (1998), que sigue a dos mujeres jóvenes que luchan contra las intersecciones de género y raza en Oakland, Smith confecciona una obra que se sumerge en metrajes y videos que navegan entre las posibilidades utópicas de la comunidad, mostrando la manera en la que las mujeres negras históricamente han creado espacios para ellas mismas y han construido su futuro fuera del sistema capitalista y del supremacismo blanco.
Sojourner (2018) y Pilgrim (2017) —dos videos que sirven de referencia en la exhibición que está teniendo lugar en el LACMA, Give It Or Leave It— exploran lugares como el Outdoor Desert Art Museum de Noah Purifoy y a la compositora de jazz y swamini Alice Coltrane Turiyasangitananda. Las grabaciones de Smith de estos lugares resultan borrosas y bellas; se centran, sobre todo, en el potencial radical que cada una de estas comunidades tiene. Sojourner es una mirada por todo el país de lugares construidos por proponentes de la generosidad radical, mientras que Pilgrim se traslada desde el ashram Turiyasangitananda en Calabasas a Watts Towers y el pueblo Watervliet Shaker en New York a la canción “One for the Father” del disco de Alice Coltrane de 1977. Al visitar y grabar estas ubicaciones, Smith establece una conversación entre los abolicionistas históricos y los actuales, combinando el pasado y el presente para mostrar cómo las comunidades que realmente liberaron a la mujer negra pueden ser —y han sido— creadas a pesar de todas las dificultades. La construcción del mundo que crea Smith en la pantalla tiene un eco en sus instalaciones: el espacio de la exhibición del LACMA está bañado de unas franjas de luz coloreada y destellos ocasionales de una bola de discoteca. Los videos de Smith están enmarcados por recuerdos amorosamente fabricados y extractos de su investigación. El encabezado Give It Or Leave It, invierte el coloquialismo “lo tomas o lo dejas”, sugiriendo que el conflicto puede resolverse mejor si se determina lo que se puede dar en lugar de lo que se puede extraer. A principios de marzo, Smith y yo conversamos por teléfono sobre su nueva exposición, sus películas y la importancia de experimentar el arte colectivamente, sobre todo en estos momentos solitarios.
Madeleine Seidel: Tu exposición Give It Or Leave It ha viajado por diferentes instituciones de arte por todo Estados Unidos, ¿cómo te sientes al traerla ahora al LACMA, teniendo en cuenta la cantidad de referencias a California que incluyen tus videos?
Cauleen Smith: Sí, ha sido un regalo para mí traerla. Nunca esperé que tuviera este aterrizaje en California y no puedo pensar en una institución mejor que el LACMA para mostrarla.
MS: Muchas de las localizaciones en los videos Sojourner y Pilgrim giran sobre la idea de la utopía y cómo estos lugares se consideran el porvenir para las mujeres negras. Estos son lugares como las torres Watts, el Outdoor Desert Art Museum de Noah Purifoy y, sobre todo, el Sai Anantam Ashram de Alice Coltrane. ¿Cómo te sentiste al estar en estos espacios grabando e interactuando con sus legados?
CS: Lo mejor de todo fue visitar el ashram de Alice Coltrane… Resultó que yo estaba viviendo en Los Ángeles y enseñando en CalArts durante un semestre, y decidí ir cuando me enteré de que abrían los domingos. Fue una experiencia increíble y me siento muy afortunada de poder haber ido antes de que lo cerraran y del posterior incendio que lo destruyó [en el incendio Woolsey de 2018].
MS: Su ahsram se ha conservado maravillosamente en tu video. Estoy pensando en la primera toma de Pilgrim, donde se muestra el órgano de Coltrane tan perfectamente recubierto de plástico. A pesar de ello, aún se siente vivo —sí, ya no está, pero aún forma parte de ese espacio.
CS: Sí, estoy realmente agradecida a la gente que vivía ahí y nos dejó grabarlo. Tenían un sentido de urgencia a la hora de permitir a la gente grabar el espacio y documentarlo ya que sabían que no iba a existir por mucho tiempo.
MS: Una de las cosas que siempre he admirado de tu trabajo —y creo que resulta evidente en Sojourner y Pilgrim— es el hecho de que tus videos fomentan una conversación espiritual entre el pasado y el presente mientras que miran hacia el futuro. ¿Qué proceso sigues para unir todas estas voces e ideas que vienen de lugares tan dispares?
CS: ¿Sabes? Es gracioso porque yo no pienso en ello como un proceso “espiritual”, sino como en un proceso activo a través de la imaginación, como una conversación activa a través de imaginar qué es posible o a través del uso de tus habilidades cognitivas para crear esa conexión mediante las cosas, configurando un conocimiento más profundo. Creo que quiero empezar por hacer una distinción. Un malentendido muy común sobre el proceso de hacer arte es que no está anclado en la realidad y en una fe real —y realmente lo está, al menos, para mí—. No es tanto que sea un ejercicio religioso de conectar espiritualmente con las figuras que aparecen en estas películas. Es más el hecho de reconocer las cosas que se hicieron y construyeron durante su vida como modelos sobre los que vivir ahora.
MS: Conectas figuras como Shaker, una madura Rebecca Cox Jackson y miembros del colectivo Combahee River con activistas contemporáneos a través de voces superpuestas que se escuchan mientras suceden escenas de mujeres que exploran lugares como el Outdoor Desert Art Museum, y esto realmente amplifica la manera en la que estas ideas establecen una conversación con las ideas actuales de las feministas negras. También te has enfocado en las voces de teóricas contemporáneas como Christina Sharpe en tu trabajo. ¿Sientes que tú y tu trabajo funcionáis como un conducto activo entre las metodologías del pasado y del momento actual?
CS: Eso es lo que espero porque creo que es a través del compromiso y la interpretación como aprendemos nuevas maneras de hacer las cosas. Confío en lo que gente como Christina Sharpe y otros escritores y teóricos me hacen reflexionar, pensar qué hacer y decidir qué materiales usar para plasmar esas ideas. De este lugar es, fundamentalmente, del que surge toda la energía: a través de estas ideas, a través de la música o la escritura teórica o la interpretación. Para mí es la síntesis de poner todos estos elementos en conversación lo que resulta emocionante, ¿sabes?
MS: Por supuesto. Estuve leyendo una entrevista que diste en Art in America justo al principio de la pandemia de la Covid-19. Hablas de la importancia de ver tu trabajo de manera “colectiva” y desde un lugar público, de manera que pueda haber interacciones no solo entre el espectador y el film sino también entre los espectadores entre sí en ese espacio. Ahora que ya llevamos un año de pandemia, ¿has encontrado alguna manera de incentivar el visionado colectivo —incluso cuando tenemos que mantener las distancias de seguridad— ya sea a través de la tecnología o a través de los Manifiestos COVID que has subido a tu página de Instagram?
CS: La verdad es que no. No quiero sonar desagradable, pero Instagram o ver un video online es un sustituto —y espero que sea uno temporal—. Es reconfortante tener un montón de “me gusta”, pero creo que sería más reconfortante no tener que usar Instagram para lamentar la muerte de amigos, familiares, personas y la dificultad de vivir en este momento. Creo que estos formatos fomentan un tipo de individualismo que intento evitar con mi trabajo. Escucho a gente que está encantada con Zoom y el uso de las nuevas tecnologías; y hay algunos elementos de las mismas que son fantásticos —como no tener que subirse a un avión para dar una charla—. Eso es maravilloso. Pero, por otro lado, me he dado cuenta de que resulta realmente difícil dar una charla en Zoom porque estás hablándole a la nada. Para mí, eso no es un compromiso colectivo. No puedo verlo como un sustituto de lo que sucede cuando te comprometes con la gente en un espacio compartido. Somos seres humanos, somos pequeños animales, y no me parece que estemos diseñados para vivir así. No puedo ofrecer una visión optimista en ese sentido. No es algo que me interese.
MS: Esto resalta más considerando lo preocupada que estás con los espacios que creas para mostrar tus videos en las exposiciones. Pienso en tu reciente exposición en el Whitney Museum (Mutualities, que finalizó en enero) y el fantástico sofá azul que tú [y el diseñador de exhibiciones Jared Huggins] hicisteis para que los espectadores se pudieran sentar mientras veían Sojourner! Creas unas exhibiciones tan acogedoras y envolventes que parece antiintuitivo experimentar esos espacios en soledad.
CS: Esa ha sido una de las cosas más dolorosas que he vivido con la Covid —incluso con la suerte de haber tenido el Whitney abierto (el pasado otoño), tuvieron que quitar el sofá azul gigante, al que habíamos llamado el monstruo de las galletas—. Supongo que fue por motivos de seguridad. No sé. Para mí era un componente para experimentar mi trabajo —no solo un lugar en el que sentarse—. Estas son la clase de cosas que hacen difícil para mí hablar del descubrimiento de las nuevas tecnologías como algo que tiene un potencial para la liberación porque no estoy segura sobre qué resulta de liberador los espacios que niegan la hospitalidad y el confort como hace la tecnología. No estoy segura de lo que eso significa. Obviamente no estoy culpando a las instituciones. Hacen lo que pueden para hacer accesible el arte, a lo que me refiero es al hecho de que estos son los componentes que yo introduzco en mi trabajo y siento que sin esos componentes el espectador no está realmente experimentado mi obra. También podrían verlo online en su casa si no pueden sentarse en el museo, ¿sabes a lo que me refiero?
Madeleine Seidel es una comisaria de arte y escritora afincada en Brooklyn. Ha trabajado anteriormente en el Whitney Museum of American Art y en Atlanta Contemporary. Sus escritos sobre cine, actuación y el arte del sur de Estados Unidos se han publicado en SSENSE, frieze y The Brooklyn Rail, entre otros.
Cauleen Smith nació en Riverside, California, en 1967 y creció en Sacramento. Se licenció en la San Francisco State University y obtuvo un máster en la University of California, Los Angeles. Sus películas, objetos e instalaciones se han presentado en exposiciones colectivas e individuales en todo el país, incluyendo el Studio Museum de Harlem y el New Museum de New York. Ha recibido numerosos premios, subvenciones, residencias y becas, como el prestigioso premio inaugural Ellsworth Kelly de la Fundación para el Arte Contemporáneo y el premio Herb Alpert de las Artes. Recientemente, Smith se ha trasladado de Chicago a Los Angeles, donde imparte clases en CalArts.
This interview was originally published in Carla issue 24.