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“Recientemente he conocido la planaria, una pequeña especie animal que se autorreproduce y regenera. Le cortas un trozo a estas sencillas criaturas y les crece un trozo nuevo al completo. Una vez cortado el trozo hay una carga eléctrica que sale en forma de lo que va a volver a crecer, este diagrama se rellena con la grasa del tejido que se regenera, ¿saben lo que significa esto? Hasta que no podamos concebir la forma de lo que aún no ha sido no podremos llenarlo. Hasta que no podamos sentir más allá de lo que nos han dado, de lo que hemos encontrado, lo que nos han dicho que es correcto, etc., hasta que no podamos sentir la necesidad y el deseo hacia lo que no existe, ¿cómo podremos decidir sobre un futuro o incluso pensar en proporcionarlo? Esta es la función de la poesía. Esta es la función del sueño. Nuestras ideas siguen nuestras necesidades y deseos, nuestras ideas siguen la visión”.
–Audre Lorde1
Durante una conversación reciente me leyeron la mencionada cita de Amia Yokoyama, escultora, ilustradora y amiga. A lo largo de nuestra amistad, me ha asombrado su sentido del alcance y su sed de observar y comprender la profundidad y la magnitud del universo. Esto es evidente en lo que hace y en cómo lo hace. Aunque Amia se mueve dentro de un lenguaje cohesivo de forma y color, intercala en sus exposiciones reflexiones y diálogos personales llenos de matices, que me mantienen constantemente expectante sobre lo que puede aparecer a continuación. Recientemente ha creado una serie de obras holográficas sin título: Untitled (green) Ed 1 [Sin título (verde) Ed 1] (2022), que muestra una agrupación holográfica de sus conocidas y fluidas figuras de cerámica. La imagen se reviste de un marco de cerámica pulido y elaborado que se asemeja a la materia vegetal fosilizada. Me impacta la yuxtaposición entre lo que está claramente ahí —el peso del marco, sus texturas y su escala— y lo que aparenta, sin estar del todo presente. Dado que gran parte de su obra adopta la forma de escultura o de animación por video, el medio del holograma —una especie de pantalla que alberga la imagen de una escultura física— funciona como un matrimonio perfecto entre estos dos medios. Actúa como interrogante hacia un lugar más inmaterial, en busca de una conexión con mundos que van más allá del que todos compartimos aquí y ahora.
Las nuevas obras de hologramas de Yokoyama me permitieron acercarme a algunas de mis obras favoritas de su producción anterior con ojos nuevos, como su instalación de 2020 en la Brand Library & Art Center, Initial Conditions [Condiciones iniciales], una animación de dos canales compuesta por objetos que se retuercen y rehacen en una especie de no–espacio desconocido. Con estas revelaciones en mente, retomamos nuestra conversación en curso sobre la materialidad híbrida, la teoría del universo holográfico y cómo imaginar nuevas posibilidades.
Yves B Golden: Según tengo entendido, su obra escultórica surge de una intensa investigación —desde la iconografía religiosa hasta los dilemas científicos—, al tiempo que refleja y refracta sus experiencias pasadas y presentes. ¿Por dónde suele empezar en el estudio?
Amia Yokoyama: Definitivamente pienso en la iconografía religiosa, pero también en la cosmología y la mitología. Tanto lo que podría denominarse “ciencia verdadera” como la ciencia ficción influyen en mi trabajo, en parte porque creo que algo que tienen en común es la forma en que tratan de ofrecer una explicación a lo que parece inexplicable. Dentro de esos intentos por explicar, hay muchas deficiencias, muchos fracasos. Son muchos los puntos de ruptura dentro de ese espacio que considero un terreno fértil para mi práctica.
YBG: ¿Qué impulsó el salto a los hologramas?
AY: Las dos ramas principales de mi práctica siempre han sido la escultura basada en la cerámica y la animación. También está el stop motion y la animación CGI en 3D, que consiste en trabajar en tres dimensiones pero en un espacio digital. Cuando empecé a realizar trabajos [de video], me interesaba el modo en que las esculturas físicas tridimensionales, por ejemplo, [pueden] cargarse en el plano digital, y cómo la imaginería del plano digital puede ser exportada. Me interesa este ir y venir a través de dos manifestaciones muy diferentes del ser tridimensional.
Los hologramas son esa tecnología “futurista” de los años 40 que encarnaba el potencial para alcanzar lo imposible, aunque fuera una ilusión2. [Era] como una moda fotográfica, podría decirse. Se relaciona con la fotografía en el sentido de que es una impresión, y se produce la captura de una imagen. Los hologramas son una forma de capturar el espacio tridimensional sobre una superficie bidimensional, y en la animación me muevo constantemente dentro de ese tipo de lenguaje, [pensando en] cómo describir el espacio tridimensional o un mundo tridimensional completo dentro de una superficie bidimensional como lo es una pantalla o una proyección. Con esta tecnología, en lugar de capturar un campo de luz singular, capturamos el campo de luz de un objeto tridimensional en su totalidad y, básicamente, comunicamos o grabamos esa información dimensional superior en una superficie bidimensional.
YBG: ¿Qué es la información dimensional superior?
AY: O sea, la información bidimensional se limita a un plano, una pantalla o una superficie bidimensional, mientras que la información tridimensional es arriba, abajo, izquierda, derecha. Luego, es en los conceptos de 4 dimensiones donde las cosas se vuelven todavía más extrañas.
YBG: Por supuesto. Cuando ha mencionado que digitaliza todas sus esculturas, ha dicho que los programas que utiliza le permiten pensar en nuevas formas de escala y demás. ¿De qué otra forma influye ese proceso de archivado en la creación de nuevas obras?
AY: Básicamente, todas las esculturas que hago las escaneo con tecnología básica de escaneado 3D. Lo que sucede cuando escaneo el objeto es este factor “wow”. Como: ¡oh, Dios mío, acabo de capturar esta cosa tridimensional en la esfera digital! Además, están todos los lugares en los que el software fracasa a la hora de captarlo y provoca fallos. No puede captar la realidad tal y como la percibimos. El cerebro del software tiene que inventar lo que podría ir allí, rellenando sus propios espacios en blanco. Me gusta hacer que el software llegue a un lugar en el que falla. Estos momentos de fracaso se convierten en espacios liberados para que nosotros florezcamos.
Cuando transfiero algo desde lo físico a lo digital, puedo jugar con la escala o con otros aspectos básicos que uno puede cambiar dentro de un software de animación digital. Cuando lo abres, tienes la escala, la posición, la rotación y la opacidad, que son los elementos básicos para manipular una imagen o un objeto digitalmente. Así, al aumentar la escala o la rotación, o incluso la opacidad, puedo entrar y explorar los espacios interiores de estas esculturas. Y, en cierto modo, pueden convertirse en paisajes enteros o en mundos enteros en sí mismos.
YBG: Este proceso parece tan colaborativo y espontáneo. Es muy ingenioso. ¿Cree que trabajar en los márgenes del error tecnológico, pero también científico, evidencia algo más vasto sobre su forma de percibir el mundo y lo que es posible? ¿Lo que se puede observar? Lleva las esculturas al ámbito digital y ahora se dedica a los hologramas. Parece como si hubiera algo que impulsara esta exploración.
AY: Estoy jugando con muchos materiales y tecnologías, pero también [con] teorías como el [principio del] universo holográfico. Esta teoría sostiene que nuestra realidad, tal y como la percibimos, es una proyección de una dimensión inferior. Como he dicho, un holograma capta todo el campo de luz de un objeto físico y lo incorpora a una superficie bidimensional. La teoría del universo holográfico nos dice que esto está ocurriendo realmente, y que es muy posible que esto sea nuestro mundo: lo que experimentamos como tres dimensiones es en realidad una proyección o grabación de [otra] dimensión. Me encanta jugar en estos espacios que intentan explicar algo tan tan tan grande. Así que, sí, imaginar más allá de esta dimensión y crear estos mundos en mi arte influye en la manera en que interactúo con todo.
El mundo puede parecer mucho más y a veces parece mucho menos de lo que está dando.
YBG: ¡Eso sí que es un imán de nevera!
AY: ¡¿A que sí?! Me encanta cuando la ciencia [nos da] una forma realmente poética de describir algo enorme. Es una especie de ruptura de jerarquías en la que los sentimientos, las percepciones, la física cuántica, etc., suceden simultáneamente. Están entrelazados.
YBG: ¿De qué manera sus reproducciones del yo o sus experiencias van más allá de la figura?
AY: Las figuras [en mi obra] representan a un humano y están hiperfeminizadas, pero en realidad se comportan más como un hongo o un virus. Son una especie de seres sin fronteras, o semisólidos, que rezuman. Seducen a sus presas, absorben y destruyen a los seres humanos al alimentarse de sus fluidos corporales. Luego se reproducen con medios aromáticos. Es similar a la forma en que un virus puede multiplicarse y tomar el control, o la forma en que un hongo puede crecer en la superficie de un cuerpo en descomposición. También utilizo algunos animales e iconografía de diferentes mitos japoneses. Lo incorporo y lo entrelazo con los mitos de Internet. Me gusta remezclar o casi crear un collage entre diferentes niveles de mitologías o ficciones y la realidad en mis esculturas.
YBG: Me encanta cómo sus figuras imitan las funciones naturales en su nivel más abstracto, porque, cuando las miro, veo algo muy extremo y primordial en el esmalte y las texturas. No existen verdaderas jerarquías entre la parte orgánica y la tecnológica de su obra. En concreto, con las figuras femeninas rezumantes, juega con lo que significan sus cuerpos, como si se tratase de una taquigrafía. A nivel superficial, son simplemente fetiches, pero el añadir esta capa de ciclos vitales similares a los de los macrófagos —o sus colores o cualidades de textura— las hace tan atractivas superficialmente, y también muy peligrosas.
AY: ¡Cierto! Otra cosa que creo que vincula los hologramas con estas figuras de chicas fangosas es [su] cualidad celular. Además, al igual que la mitología y la tradición, cuanto más se reproduce la mitología al ser contada una y otra vez, más potencial alcanza para cambiar y evolucionar ligeramente. Si se fragmenta un holograma o se rompe en pequeños trozos, cada pieza contendrá la imagen del objeto completo. La mejor forma de ejemplificarlo sería lo que ocurre cuando rompes un espejo, y sigues viendo un reflejo completo en cada trozo, solo que más pequeño.
YBG: Me gustaría volver a algo que acaba de decir sobre sus esculturas, sobre sus cuerpos, la inagotable fluidez…
AY: En realidad, el fluido no es una cosa en particular, pero puede serlo. Evade ser nombrado en todo momento, y encarna esta especie de abstracción inestable y siempre cambiante de la que todos estamos compuestos, o de la que yo me siento compuesta.
YBG: ¿El fluido del que hablamos es el “género” fluido?
[Risas]
AY: Las féminas que creo están hechas de algo que se autoregenera. Son muchas y literalmente están multiplicándose a medida que las hago. Crecen a partir de sí mismas, se clonan. A veces, puede haber un grupo de ellas juntas, y esa masa equivale a la misma escala de una sola en otra escultura. Lo que más me gusta de ellas son sus propiedades autorregenerativas. A nivel celular, pueden absorber otro cuerpo, y es de ahí de donde obtienen su fuerza vital. Es como la ósmosis, un macrófago o una planaria.
YBG: Parece que haya un juego en su trabajo y en su forma de pensar sobre la totalidad. Hablamos de cómo el todo está compuesto de muchas singularidades y de esta idea de que el fragmento de un holograma puede codificar toda la imagen, todo el campo de luz de un objeto. Me doy cuenta de que está jugando mucho con esta lente macro a micro. Siempre pasa del todo a las partes y viceversa.
AY: ¡Sí! La atracción original por los hologramas vino del hecho de que son objetos físicos que encarnan funciones de lo digital: una cosa tridimensional que puedes ver pero que no está ahí. Me encanta que codifiquen la luz de tal manera que puedan fracturarse y que cada pieza siga conteniendo información del conjunto, es decir, pensar en un todo o en una verdad que no pueda destruirse me-diante la rotura o la fractura. Me encanta un proceso que permita ensamblar y desensamblar y volver a ensamblar.
Siento que una gran parte de mi actividad consiste en querer afinar mis herramientas de imaginación. En la cita de Audre Lorde, cuando habla de la planaria, describe que quiere que imaginemos más profundamente, que proyectemos lo que no existe para que sea posible. Necesitamos imaginación y necesitamos visión y necesitamos soñar y necesitamos poesía para realizar cualquier cosa, para construir cualquier cosa nueva.
Amia Yokoyama es una artista multimedia afincada en Los Angeles que trabaja con animación experimental, video, escultura e instalación. Las imágenes de la obra de Yokoyama surgen de su especulación sobre el futuro y la exploración de la dualidad entre la maravilla y el horror. Yokoyama trata de que su obra evoque una sensación juguetona y de otro mundo, al tiempo que crea un estilo que sugiere el futuro y el pasado.
Yves B. Golden es una artista multidisciplinar, escritora, DJ y organizadora cultural en la comunidad. Su trabajo explora la visibilidad, la dignidad y el vínculo sagrado que existe entre la memoria y los objetos físicos. En mayo de 2020, Yves cofundó la Herbal Mutual Aid Network [Red de Ayuda Mutua de Hierbas], una iniciativa sin ánimo de lucro en expansión que trabaja para llevar atención y recursos a personas negras, trans, indígenas y discapacitadas.
Esta entrevista se publico originalmente en Carla numero 30.