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Soy afortunada. Tenía todos los JPG, PDF y PNG que necesitaba, escaneos utilitarios e instantáneas de archivos de todo el país, antes de que cerraran las bibliotecas. Así que, en lugar de sentarme en cámaras frigoríficas ante grandes mesas de madera, me he pasado el último año navegando por un mar de archivos digitales para un proyecto que avanza lentamente y en el que he estado trabajando sobre la historia de las redes de apoyo a los artistas. Incluso comprimidos en discos duros y ordenadores de sobremesa, la enorme cantidad de material de investigación sigue pareciendo algo “inquietante y colosal”, como dijo la académica Arlette Farge en su libro de 1981 The Allure of the Archives [El encanto de los archivos] 1. “Frente a ello”, escribió Farge, “una se siente sola, como un individuo que se enfrenta a una multitud”2. Este sentimiento es paradójico, teniendo en cuenta que Farge, que pasó años en los archivos judiciales de París, trabajó para encontrar y dar voz a los marginados, construyendo un nuevo y más amplio coro de experiencias. En mi caso, el objetivo de pasar tiempo en el archivo es comprender cómo los trabajadores del arte y los artistas pueden conectar, cómo han conectado y se han sostenido mutuamente. Entonces, ¿por qué hay tanta soledad?
Esta soledad es una especie de mito, producto de siglos en los que se han tratado ciertas historias como más importantes que otras y se han hecho accesibles numerosas colecciones especiales solo a personas con títulos avanzados o “afiliaciones institucionales”, como suelen decir los formularios de solicitud de acceso a los archivos. De hecho, muchos de nosotros buscamos en el material de archivo caído en el olvido para reconstruir la anatomía de las relaciones, las estructuras de apoyo y las codependencias. También hay un número creciente de investigadores y archivistas que crean índices, bases de datos y archivos que no solo ponen de relieve las conexiones entre diferentes artistas, pensadores, personas y proyectos, sino que también reflejan el profundo deseo de los investigadores de establecer conexiones. Estas iniciativas son correctivas, ya que descartan el enfoque jerárquico descendente de muchas instituciones de investigación (donde los materiales se adquieren a menudo solo después de que las vidas que documentan se consideren dignas de mención). También destilan optimismo —aunque sea cargado de la naturaleza intensiva de este trabajo— porque sugieren que la excavación y la observación lentas pueden ser una forma de desmantelar la cerrazón destructiva de los mundos que ya existen, a la vez que se sientan los cimientos de uno diferente.
The Scalability Project: Cacophony of Troubled Stories [El proyecto de escalabilidad: cacofonía de historias turbulentas], una exposición en línea de seis meses de duración alojada en el sitio web de la galería feminista A.I.R., con sede en New York, no es exactamente un archivo, pero consigue invitar a sus espectadores a una investigación profunda al tiempo que celebra la colectividad —algo impresionante teniendo en cuenta lo aislantes que pueden resultar las inmersiones online—. La exposición, que quizá pueda ser descrita más adecuadamente como un sensual programa de estudios multigénero, no intenta imitar las cualidades de Internet, que inducen al clic y a seguir leyendo, lo cual es un alivio en esta época de OVR (sala de visionado en línea) y de bombo del NFT. Más bien, en su combinación de entrevistas, imágenes, ensayos y videos, la exposición vuelve a la posibilidad más básica y populista de un sitio web como almacén de información accesible. Hay doce participantes en total, de los cuales más de la mitad hacen arte visual. La otra mitad presenta ideas, sobre todo a través de entrevistas, pero las pequeñas esferas de citas que pueblan el sitio web enlazan con otros numerosos PDF, sitios web y fuentes que complementan la información seleccionada. Los visitantes pueden navegar verticalmente desplazándose por la lista de artistas y pensadores que contribuyen, o la página puede ser navegada lateralmente haciendo clic en esferas flotantes y brillantes (azul para textos y entrevistas, amarillo para proyectos de artistas). Una vez haya hecho clic, sin duda tendrá que ver o leer: incluso las pinturas digitales de otro mundo de Tabita Rezaire van acompañadas del ensayo poético de la artista. La visita a esta exposición puede llevar horas, si no días. De hecho, tratar de enfrentarse a esta exposición rápidamente puede resultar frustrante.
Como sugiere su título, la exposición se propone explorar la escala además de la citación, y sus comisarios —la diseñadora, académica y archivista Mindy Seu y la archivista y comisaria Patricia M. Hernández, junto con la actual directora de A.I.R., Roxana Fabius— están especialmente interesados en dar la vuelta a las connotaciones de “crecimiento es bueno” y “hazlo grande o no lo hagas” en torno al término “escalabilidad”. “No se trata de la retórica masculina y tecno-utópica de la disrupción o de moverse rápido y romper cosas”, escriben en la página de inicio de la exposición, “sino del trabajo metódico y profundo que surge de ‘mirar alrededor, en lugar de mirar hacia adelante’…”3. Aunque se ataca al capitalismo y a sus descontentos aquí y en otros lugares, el proyecto y sus participantes no dedican la mayor parte de su energía a criticar el funcionamiento del mundo, sino a describir, teorizar y especular sobre cómo vivir en un mundo diferente.
El ensayo de 2012 de la antropóloga Anna L. Tsing “On Nonscalability” [“Sobre la no escalabilidad”], al que se accede en la página web de la exposición, inspiró el título del proyecto, y Tsing es una presencia poderosa a lo largo de la experiencia en línea (el poder, en este caso, se manifiesta a través de los múltiples orbes que conducen a sus palabras o ideas). Al igual que muchos de los participantes, Tsing plantea la mirada más cercana como una forma de imaginar nuestra salida de la escalabilidad producida en masa e impulsada por el desarrollo, que es “constantemente abandonada, dejando ruinas”4 a medida que se extiende. La escritora y activista adrienne maree brown, que participó en The Scalability Project a través de una entrevista, dice a los comisarios que ha “renunciado a la escala”, “dejando de lado la idea de que todos tenemos que estar en la misma página. En su lugar, digo que nos pongamos en muchas páginas diferentes, pero que sean páginas pequeñas, íntimas y auténticas, y que hagamos que esas páginas sean convincentes”5. Hay algo satisfactoriamente seductor en imaginar estas páginas diversas y convincentes flotando cerca unas de otras, como si estuviéramos en una fiesta en la que todo el mundo está fabulosamente vestido, de forma extraña, y lleva su personalidad en la manga. Para que esta heterogeneidad siga siendo generativa y para evitar que la conversación sea apropiada (que se convierta en la “herramienta maestra”, como dice Brown), estas personas en sus diferentes páginas deben citarse entre sí. “La falta de citas, la falta de personas que nombren de dónde vienen las ideas, perpetúa las relaciones débiles”, dice brown6.
Al igual que apropiarse de las ideas de otros sin citarlas puede ser una forma de mantener el poder o citar voces establecidas, una forma de reclamar la proximidad al poder, citar generosamente a compañeros, mentores y miembros de la familia y voces desconocidas además de las establecidas puede sugerir una realidad más inclusiva y abierta en la que las ideas se comparten, en lugar de utilizarse para demostrar una jerarquía de conocimiento. La propia galería A.I.R., anfitriona de The Scalability Project, se fundó en 1972 para ampliar las posibilidades de quién podía participar en la conversación en torno al arte contemporáneo. En sus primeros años, fue la única galería cooperativa feminista de Nueva York, aunque sus miembros eran desproporcionadamente blancos y sus dirigentes estaban constantemente en desacuerdo. “¿Trabajar juntas? Era mucho más parecido a luchar juntas”, bromeaba la cofundadora Barbara Zucker en 19797. Las comisarias de The Scalability Project están intrigadas por este tipo de navegaciones desordenadas y todas ellas han intentado documentar y registrar las dificultades y posibilidades del feminismo con anterioridad. Patricia M. Hernández y Roxana Fabius comisariaron conjuntamente Dialectics of Entanglement: Do We Exist Together? [Dialécticas del entrelazamiento: ¿existimos juntos?] en A.I.R. en 2018, revisando una muestra de A.I.R. de 1980 llamada Dialectics of Isolation [Dialécticas del aislamiento]. Tres artistas —Ana Mendieta, Kazuko Miyamoto y Zarina— habían organizado la muestra de 1980 para explorar la repetida exclusión de las mujeres de color por parte del feminismo de la segunda ola. La exposición de 2018 incluía obras antiguas y actuales de las artistas originales, intercaladas con obras de artistas más jóvenes que también abordaban cuestiones de raza e inclusión, en un intento de trasladar al presente una historia todavía relevante: un archivo y una reconsideración.
Este calificativo podría aplicarse fácilmente al Cyberfeminism Index [Índice de Ciberfeminismo], un proyecto en curso de la tercera cocuradora de Scalability, Mindy Seu, una diseñadora y académica que ha hecho de los archivos de Internet una parte central de su práctica. El Index, un compendio en línea cada vez mayor de arte e ideas ciberfeministas, actualmente alojado en el sitio web del New Museum, intenta ofrecer una idea más profunda e interseccional del feminismo en el ciberespacio que la que se impuso en las décadas de 1980 y 1990. Al igual que Scalability, uno se puede desplazar por el Index vertical y lateralmente. Se puede navegar cronológicamente, de arriba a abajo o haciendo clic en una fuente y luego en la siguiente fuente relacionada y así sucesivamente. Esta estructura hace que sea deliberadamente difícil abordar solo el feminismo blanco y occidental sin abordar también otras perspectivas. Desde el primer manifiesto ciberfeminista de VNS Matrix, un colectivo de feministas blancas australianas —“somos el virus del nuevo desorden mundial”, escribieron en 19918”, https://vnsmatrix.net/projects/the-cyberfeminist-manifesto-for-the-21st-century.]—, puedes acabar aterrizando en las “Third World Critiques of Cyberfeminism” [“Críticas tercermundistas del ciberfeminismo”] de Radhika Gajjala (un cuestionamiento de “la noción de ‘tecnología como el gran igualador’”9), y luego al libro que Gajjala coeditó en 2008 sobre cómo las diásporas del sur de Asia están utilizando los espacios tecnológicos para explorar el género, la religión, el arte y más. Este tipo de referencias cruzadas se da en todo momento. El proyecto, compilado inicialmente con la ayuda y los comentarios de más de 60 colaboradores, tiene un botón de “envío” persistente para que los visitantes puedan ayudar a ampliar su contenido, lo que significa que inevitablemente cambiará para reflejar las preocupaciones de quienes se involucren en él.
Otros archivos de reciente creación reflejan igualmente los intereses de los participantes y colaboradores. Hailey Loman cofundó el Los Angeles Contemporary Archive (LACA) en 2013 con, como explica su sitio web, “un enfoque especial en los modos de expresión artística poco expuestos”. LACA se encuentra actualmente en el Asian Center de Chinatown, donde cuenta con simples estanterías utilitarias y archivos planos. Recoge efemérides de actuaciones, dibujos, cartas y objetos artísticos que probablemente no acabarían en un archivo de otro modo, o al menos no todavía, antes de que se haya establecido su valor para la historia. LACA cuenta con una colección totalmente digitalizada y con capacidad de búsqueda y solo con ojearla se pueden descubrir objetos que de otro modo no se sabría que existen: una mezcla de audio del artista Ekstra Bonus, y una escultura efímera llamada Community Rooftop Garden House [Casa comunitaria de jardín en la azotea] de Miggie Wong. La obra de Wong fue donada por John Burtle, un artista que a lo largo de los años ha cerrado y reabierto una galería en su brazo en la que las obras son tatuajes diseñados por otros artistas. Ha donado más de 200 obras de su colección personal (de artistas conocidos y menos conocidos). La galería Commonwealth & Council también ha hecho una generosa donación. De este modo, LACA se convierte en un registro de cuidado —aquellos que valoran su misión la apoyan, y así dan forma a su colección—. No se trata de un archivo monolítico; de hecho, puede resultar confuso intentar dar sentido a por qué se incluyen determinados objetos e, inevitablemente, el proceso de dar sentido lleva tiempo, al igual que la construcción y organización del archivo. Ya solo por el mero hecho de seguir existiendo y expandiéndose, LACA se compromete a largo plazo a buscar tanteando una forma diferente de registrar y apoyar la vida creativa.
No es que la naturaleza laboriosa de estos esfuerzos —como el The Scalability Project, Cyberfeminism Index y el LACA— los haga buenos. Más bien los hace refrescantemente transparentes. La ardua lentitud de este trabajo —de intentar recopilar los registros y organizar las diferentes historias— tiende a contribuir a la sensación de soledad. Como tantos otros que han pasado su vida intentando cambiar el mundo —activistas, organizadores comunitarios, artistas comunitarios—, los archivistas e investigadores interesados en otras historias dedican la mayor parte de su tiempo a una labor poco sexy: buscar e introducir datos, digitalizar archivos, leer, citar, cruzar referencias. Construir y cambiar el mundo es un trabajo duro. Pero estos proyectos subrayan la idea de que este trabajo ya es colectivo, y presentan infraestructuras para que siga siéndolo.
Catherine Wagley escribe sobre arte y cultura visual en Los Angeles.
This essay was originally published in Carla issue 24.