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En la escena inicial del documental de 2006 de Vanessa Vadim y Matt Arnet, The Quilts of Gee’s Bend [Las colchas de Gee’s Bend], un grupo de mujeres negras se sienta en un porche en su pueblo natal de Boykin, Alabama, a cantar coros góspel. Se trata de un día soleado; susurros de viento y el sonido de los pájaros murmullan entre los árboles mientras, puntada a puntada, el grupo construye colectivamente una colcha. Proyectada en bucle en el Community Lab de Hauser & Wirth, la película de Vadim y Arnet sirvió de suplemento contextual a The New Bend [La nueva Bend], una exposición recientemente clausurada, comisariada por Legacy Russell. Instalado junto a un mapa y una cronología de Gee’s Bend (abarcando desde 1540 hasta la actualidad), el documental presenta entrevistas íntimas, a través de las cuales cada mujer recuerda la alegría colectiva, la fuerza y el ingenio que les ha proporcionado la práctica del acolchado, transmitida de generación en generación.
La autoproclamada “carta de amor” a la notable historia de Gee’s Bend, The New Bend (expuesta por primera vez en Hauser & Wirth, New York, y programada para continuar en su galería de Somerset, Reino Unido) pretendía reconocer el modo en que la innovación en bruto y la resiliencia de un medio históricamente excluido del contexto de las bellas artes inspiraron un legítimo cambio en la conciencia de las instituciones artísticas1. La exposición no incluía ningún tejido de las acolchadoras de Gee’s Bend. Por el contrario, miraba hacia el futuro, presentando obras de un grupo de artistas contemporáneos que aprovechan el espíritu de la confección de colchas para impulsar nuevas formas híbridas de creación. Basándose en la influencia de una red de acolchadoras que viven aisladas en el campo, la exposición ofrecía una visión de cómo la era de internet ha revolucionado nuestros modos de conexión a través de geografías y generaciones, transformando las formas en que percibimos los hilos que unen a la comunidad en diáspora.
El diverso grupo de 13 artistas contemporáneos incluidos en The New Bend representa una constelación de enfoques, técnicas e influencias que se apartan de las “tradiciones raciales, de clase y de género”2 del medio, a la vez que trabajan dentro de ellas. Mientras que algunos rendían un homenaje más directo a las brillantes paletas de colores y a los atrevidos diseños geométricos de las colchas de Gee’s Bend, otros adoptaban enfoques divergentes, incorporando materiales no convencionales. Las obras guiaban a los espectadores a lo largo de un viaje material a través de geografías y ancestros, desde la serie de lienzos cosidos de Shrine paintings [Pinturas de santuario] (todos de 2022) por Zadie Xa, inspirados en el patchwork tradicional coreano, hasta la colcha rosa brillante de Anthony Akinbola, creada a partir de durags monocromáticos que caen elegantemente al suelo (Majin Buu, 2022). Las obras convergían y se refractaban dentro del espacio compartido, celebrando la interdependencia y la permeabilidad entre disciplinas e historias, como metodología para construir nuevas redes que se despliegan para abordar los vínculos estéticos, técnicos y culturales entre identidades y diásporas.
Varios artistas emplearon materiales imbuidos de significado cultural regional. En The Three Sisters [Las tres hermanas] (2021), Tomashi Jackson incorporó materiales como tierra de los terrenos del Parrish Art Museum (un antiguo campo de patatas) y bolsas de papel de patatas junto con imágenes fotográficas de archivo de matriarcas negras, indígenas shinnecock y latinas del East End de Long Island. Titulada así en referencia al método indígena de plantar maíz, calabaza y judías juntos para garantizar la supervivencia óptima de las plantas, la obra de Jackson une a mujeres de distintas comunidades, con sus retratos semiocultos entre capas de líneas de semitono y brillantes bloques de color. El tratamiento de sus retratos es también simbólico, reflejando la excavación de narrativas que las historias dominantes han borrado. Con un guiño similar al lugar, la obra independiente de Eddie Rodolfo Aparicio Holbein En Crenshaw (Washington Blvd. and Crenshaw Blvd., LA, CA) (2018), atrae al espectador a través de las texturas del centro de Los Angeles. La parte frontal del ensamblaje está salpicada de facsímiles acrílicos de la señalización de la salida 9 de la autopista (Crenshaw Boulevard) y la cadena guatemalteca de comida rápida Pollo Campero, mientras que la parte posterior está hecha de moldes de goma de árboles, simulando del efecto de pelar un trozo de corteza para revelar lo que hay debajo.
La visibilidad de las puntadas, inherente al arte del acolchado, cartografía la presencia y la intención del creador, del mismo modo que nuestras identidades están insertadas mediante nuestra navegación por los espacios en línea. En una conversación filmada que puede verse en la galería, la comisaria Legacy Russell y la directora de NEW INC, Salome Asega, reflexionan sobre Gee’s Bend como modelo de iniciativas dirigidas por artistas en el contexto de una Web3 descentralizada, estableciendo un paralelismo entre la puntada y el píxel3. Esta correlación queda patente en la obra de Qualeasha Wood, cuyo autorretrato en forma de tejido jacquard Ctrl+Alt+Del (2021) introduce al espectador en el paisaje del escritorio de su ordenador; una ventana abierta del Finder y un halo enmarcan el rostro de la artista, rodeado de imágenes collage de nubes y emojis de angelitos. Ctrl+Alt+Del combina la relación de Wood con los tejidos con su fascinación personal por Internet, los avatares y los métodos de composición digital. En el contexto de The New Bend como confrontación curatorial del borrado institucional, el título de la obra —una referencia al atajo de teclado más utilizado para cerrar una aplicación que no responde— puede leerse como una llamada a refrescar los marcos jerárquicos de la exclusión sistémica.
Los textiles son archivos de identidades y experiencias vividas. Pueden servir de portales que nos conectan con quienes nos precedieron. Los artistas de The New Bend reutilizan esta historia material para forjar tejidos culturales alternativos, impregnando el legado de la artesanía tradicional con los nuevos medios y el contexto sociopolítico contemporáneo para ofrecer líneas de visión divergentes a las generaciones futuras. Al entretejer ambiciosamente una confluencia de diálogos, las obras de arte nos desafían a reconocer que las tradiciones pueden honrarse a la vez que se adaptan de un modo que no es singular sino comunitario, refractado y en constante evolución.
Esta reseña se publicó originalmente en Carla numero 31.