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La edición de este año de documenta, la exposición internacional de arte que se celebra por toda la ciudad de Kassel (Alemania) cada cinco años, fue una reimaginación amplia e inclusiva de lo que puede ser el arte y el mundo. La exposición, en la que participaron principalmente colectivos artísticos de Asia, África y Oriente Medio, llevó a cabo nuevas prácticas y terminologías en torno a la colectividad, como el concepto de cosecha, usado para describir el proceso artístico de reflexión, escucha y registro de la propia perspectiva como participante activo en las discusiones y reuniones de grupo1. Experimentar la documenta fifteen fue como viajar a través de un vasto ecosistema de comunidades artísticas, cada una de ellas formada por diversas prácticas e historias creativas. A lo largo de la exposición, los visitantes podían, por ejemplo, preparar y compartir una comida en una cocina al aire libre de Britto Arts Trust, un colectivo artístico con sede en Bangladesh cuya contribución estaba dedicada a la política alimentaria. Ese mismo día también pudieron ver videos de conversaciones con solicitantes de asilo en Dinamarca en una sala de estar montada por el colectivo Trampoline House con base en Copenhague.
Comisariada por el colectivo artístico ruangrupa, con sede en Yakarta, la documenta fifteen giró en torno a la idea de “lumbung”, término indonesio que designa un granero de arroz comunal. Los comisarios invitaron a 14 colectivos orientados a la comunidad a desarrollar los métodos del lumbung, y esos grupos, a su vez, invitaron a otros a participar en la exposición. En los dos años que precedieron a la inauguración de este verano, los miembros de los lumbung y los artistas celebraron regularmente “majelises” o asambleas online. Los asistentes aprovecharon este tiempo para debatir sus ideas de colaboración y compartir recursos durante los 100 días de la exposición.
Organizar tal diversidad de componentes durante una pandemia mundial es un logro en sí mismo, y, dada la revisión total de la estructura institucional de la documenta, era de esperar que aumentarían las dificultades.Varios meses antes de la inauguración de la exposición, ruangrupa fue acusada de simpatizar con el movimiento de Boycott, Divestment and Sanctions (Boicot, Desinversiones y Sanciones) contra Israel (que en Alemania se considera ampliamente antisemita2), debido en gran parte a la inclusión del colectivo palestiano The Question of Funding (La Cuestión de la Inversión)3. Estas reclamaciones se intensificaron días después de la inauguración de la exposición por la inclusión, y rápida retirada, de un mural titulado People’s Justice (Justicia Popular) (2002) del colectivo indonesio Taring Padi4. Mientras los medios de comunicación alemanes intensificaban la controversia5, ruangrupa se oponía a las expectativas de completa autonomía por parte de los comisarios, señalando en cambio su papel como administradores de un proceso de colaboración y, además, los cambios de significado que se producen cuando las prácticas de los artistas (y sus diversos orígenes culturales) se trasladan a un contexto europeo. En un discurso pronunciado el 6 de julio, Ade Darmawan, director fundador de ruangrupa, hizo hincapié en la importancia de la colaboración, incluso cuando conduce a consecuencias inesperadas, afirmando que “el enfoque curatorial y la responsabilidad en el lumbung reside en esta colectividad. Lo vemos como un esfuerzo político, en el que la agencia colectiva, la toma de decisiones y la gobernanza presentan una alternativa a las formas de autoritarismo”6. La colectividad puede ser un proceso desordenado, pero es vital para construir sistemas más equitativos. El lumbung establece una economía alternativa para distribuir recursos, resistir a los poderes autoritarios y anclarse en los valores locales de sus miembros. La inclusión del modelo lumbung en la documenta fifteen señala el creciente interés internacional por las estructuras no jerárquicas de organización y reparto de recursos. Representa tanto un movimiento global como un conjunto concentrado de esfuerzos locales para redistribuir el poder dentro de sus respectivas comunidades al servicio de los artistas.
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Aquí, en Los Angeles, las enormes disparidades de riqueza están constantemente a la vista: basta con viajar en el sistema de transporte público, mirar los listados inmobiliarios de tu barrio o pasar por los asentamientos temporales de los sintecho. Aun así, es difícil entender el impacto específico de este desequilibrio económico extremo en la comunidad de artistas de Los Angeles. La vida en esta ciudad es, sin duda, precaria para los artistas, especialmente para aquellos que carecen de la seguridad financiera de un trabajo docente a tiempo completo, de un mercado viable para su práctica o de una fortuna heredada. Si la viabilidad de un artista debe depender de un sistema económico que solo beneficia a unos pocos privilegiados en detrimento del resto, es fácil suponer que Los Angeles acabará perdiendo a los que no podemos permitirnos vivir aquí.
Trabajando en contra de un destino tan sombrío, varias organizaciones de Los Angeles han surgido en los últimos años para ofrecer modelos más sostenibles de apoyo a los angelinos fuera del mercado del arte convencional y de las estructuras institucionales. Su trabajo invoca el modelo lumbung, ya que utilizan sus valores fundamentales, la educación, la defensa y la colectividad para contrarrestar las desigualdades históricas y contemporáneas que afligen a esta ciudad, al tiempo que abogan por la atención y los recursos comunitarios. Grupos como el Los Angeles Artist Census (LAAC, Censo de Artistas de Los Angeles), el Los Angeles Tenants Union (LATU, Sindicato de Inquilinos
de Los Angeles) y la Tongva Taraxat Paxaavxa Conservancy (TTPC, Conservación Tongva Taraxat Paxaavxa) organizan colectivamente, comparten conocimientos y defienden a las personas a través de redes de voluntarios, iniciativas impulsadas por la comunidad y un espíritu de reciprocidad. Sus esfuerzos no solo ponen de manifiesto la necesidad de estructuras alternativas y reparadoras en esta ciudad, sino que también reflejan el movimiento internacional más amplio hacia modelos de apoyo más colectivos.
El LAAC influye en el pensamiento de la comunidad y en las políticas públicas al convertir en un arma el lenguaje burocrático e instrumentalizar los métodos convencionales de recogida de datos. Como iniciativa de investigación de base, el proyecto afirma que los retos económicos y sociales a los que se enfrentan los artistas en el condado de Los Angeles no solo son cuantificables, sino que los datos recogidos sobre los artistas también pueden informar de acciones que pueden mejorar sus vidas. Utilizando un modelo generativo similar al de los lumbung majelises, la organización inició su proyecto organizando una reunión pública en el espacio de performances NAVEL en 2019, invitando a los artistas a reunirse e iluminar los problemas que impactan directamente en sus vidas. En los meses siguientes, varios de los artistas trabajaron juntos para determinar las preguntas a incluir en un censo de artistas que se difundiría ampliamente en un intento de recopilar datos que ayudaran a cuantificar la realidad financiera del artista trabajador medio. En febrero de 2020 el LAAC lanzó su primer censo, distribuido a través de las redes sociales, los boletines informativos, la red del equipo del censo y con la ayuda de varias organizaciones artísticas locales. Recientemente publicaron sus conclusiones en un periódico de 20 páginas; los resultados de los 2371 artistas que respondieron son a la vez asombrosos y nada sorprendentes.
Entre los datos decepcionantes, el informe afirma que aproximadamente el 95 % de los encuestados ganan menos del salario digno del condado de Los Angeles (19,35 dólares por hora) a través de su práctica artística, siendo los encuestados trans y no binarios más propensos a informar de ingresos más bajos que los artistas cis femeninos y cis masculinos; el 87 % de los encuestados carecen de representación en la galería; y un tercio de los encuestados no tienen un estudio. Para los que tienen un estudio, el alquiler mensual medio es de 623,70 dólares, un esfuerzo financiero insostenible cuando, según el LAAC, el 28 % de los artistas se quedaron sin vivienda en 2019 por falta de fondos. Aunque las cifras revelan lo que algunos de nosotros ya sabemos por experiencia, según LAAC, los datos son algo más que una evidencia estadística. Sirve como bloque de construcción para influir en las políticas públicas y aumentar las fuentes de financiación: organizaciones como el Center for Cultural Innovation (Centro de Innovación Cultural) y el City of Los Angeles Department of Cultural Affairs (Departamento de Asuntos Culturales de la Ciudad de Los Angeles) se han puesto en contacto con LAAC en relación con sus datos7. Como dice la fundadora de la organización, Tatiana Vahan, de forma sucinta: “Los datos son una forma de encender las luces de la habitación”8. Para las organizaciones artísticas y los gobiernos locales que tienen problemas para entender las desigualdades específicas a las que se enfrentan los artistas de la ciudad, el trabajo de LAAC hace que la inacción sea inexcusable.
La responsabilidad es un precepto del lumbung, y exponer los desequilibrios de poder ayuda a mejorar la salud general de nuestro ecosistema artístico. En Los Angeles, donde la inseguridad de la vivienda es una preocupación para muchos artistas, grupos como la LATU han dado un paso adelante para resistir la especulación desenfrenada del mercado inmobiliario. Centrándose en la colectividad, la educación y la creación de relaciones, la LATU capacita a los inquilinos —grupo que constituye la mayoría de los residentes en esta ciudad— para defenderse ante el desahucio o el acoso del propietario. La organización surgió por primera vez como parte del movimiento contra la gentrificación en 2015 para hacer frente a las diversas crisis de vivienda en toda la ciudad. Desde entonces, LATU ha formado más de una docena de sucursales en todo el condado de Los Angeles, desde Canoga Park hasta South Bay, facilitando talleres y organizando reuniones bimestrales en las que los vecinos pueden socializar y aprender unos de otros. Toda su comunicación es totalmente bilingüe en español e inglés y ofrecen guías gratuitas para los inquilinos que participan en la resolución de conflictos y en la negociación de acuerdos de cash-for-keys9. El modelo de colaboración mutua y cuidado de la comunidad de LATU resuena tan claramente con el espíritu del lumbung que habría encajado fácilmente como uno de los colectivos que organizaron sesiones educativas y de intercambio de información durante los 100 días de documenta fifteen.
Mientras que LAAC y LATU responden directamente a las desigualdades sistémicas, TTPC busca desestabilizar los asentamientos desde la base. Practicando en la primera parcela de tierra indígena devuelta10en el área de Los Angeles, TTPC cultiva un espacio compartido para que los miembros se reúnan, cultiven plantas nativas y practiquen ceremonias en un acre de tierra tongva en Altadena. La propiedad fue donada a la organización este año por Sharon Alexander, quien, al enterarse de que el grupo esperaba obtener tierras ancestrales11, decidió donar la casa de sus abuelos en Altadena a TTPC en lugar de beneficiarse de su venta12. Tras dos siglos de asentamiento europeo, la recuperación de tierras por parte de TTPC es el ejemplo más directo de descolonización que hemos tenido en Los Angeles —para TTPC, el acto de reunirse para celebrar una ceremonia ya no implica un proceso burocrático de obtención de permiso—. Como dijo recientemente la coordinadora del TTPC, Samantha Morales-Johnson: “No deberíamos tener que pedir permiso para reunirnos más que a las plantas”13. Este otoño, TTPC pondrá en marcha su primera residencia artística, acogiendo a un artista indígena y a su familia en una de las casas de la propiedad y, en el futuro, planean renovar la segunda casa para que vivan los ancianos indígenas.
En realidad, los modelos reparadores practicados por grupos como LAAC, LATU y TTPC son las excepciones a los sistemas capitalistas que dominan la ciudad de Los Angeles. Mi experiencia en la documenta fifteen me inspiró a examinar cómo encajan las organizaciones locales en los movimientos globales de colectividad —al descentralizar al artista individual, reestructurar la distribución de recursos e inventar nuevos sistemas de gestión, la exposición propuso una revisión del modelo ofrecido por las instituciones artísticas europeas—. De vuelta a Los Angeles, el espíritu comunitario del lumbung ha resultado generalmente difícil de encontrar. Imaginemos que las asambleas celebradas por los miembros del lumbung se reprodujeran en Los Angeles, los integrantes de nuestras comunidades reunidos para dar prioridad al bienestar de todos los artistas. Pero la mentalidad colonialista pesa mucho sobre nosotros, y el sueño californiano suele ser una conquista individualista del espacio. A pesar de la importante labor de las organizaciones mencionadas y de otros colectivos similares que construyen modelos reparadores en Los Angeles, nos queda un largo camino por recorrer antes de que los gobernantes se tomen en serio las consecuencias de sus actos. Mientras tanto, organizaciones como LAAC, LATU y TTPC están sobre el terreno, trabajando ya por un futuro más colaborativo y equitativo.
Julie Weitz es una artista transdisciplinar cuyas obras, fundamentalmente en narrativa, incluyen actuaciones en directo y multimedia, fotografía, dibujo e instalaciones. Su modelo de trabajo muy colaborativo incluye líderes espirituales, activistas, poetas, coreógrafos y músicos, y con frecuencia se basa en su herencia como judía queer, asquenazí y diaspórica.
Este ensayo se publicó originalmente en Carla issue 30.