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Las estructuras expuestas en la exposición individual de Jacci Den Hartog, Gilded Space [Espacio dorado], en STARS, parecían simultáneamente efigies del subsuelo urbano y emblemas de una época posterior al Antropoceno. La serie de formas escultóricas orgánicas, que se inspiran en la capa subterránea de Los Angeles, se yuxtaponen con dibujos en acuarela con el fin de acentuar una tensión vigorosa entre los elementos industriales y biológicos de la ciudad. En un guiño a los marcos filosóficos minimalistas, Den Hartog incorpora rejillas de acero a modo de armaduras para sus esculturas, subvirtiendo su orden y control mediante el uso de materiales a base de agua que invitan a la entropía y al azar, y reflejando futuros feministas alternativos a nuestra experiencia vivida en el sur de California: un derribo medioambiental de nuestros experimentos industriales para burlar la naturaleza.
Obras como Drift [Deriva] (2021) y Fluvial [Fluvial] (2022) —situadas en pedestales a lo largo de la sala principal de la galería— son construcciones retorcidas de color dinámico y tono metálico. Su impresión visual inicial se asemeja a algo material que emerge del futuro, un espacio donde la materia autóctona ha ganado a los infiltrados industriales. Descent [Descenso] (2022), una forma salvaje de bordes rizados y mechones de punta, que recuerda el color de la arcilla de la tierra, podría ser la reliquia de un detritus de las entrañas de un río, mezclado y embadurnado con aceites de la ciudad. Transcorporeal [Transcorpórea] (2022) parece el vestigio de una fábrica, una aleación forjada con acero y polvo, que ha brotado de las entrañas de la infraestructura urbana. De la misma manera, Seminal (2022) —una escultura de bordes y pliegues romos, con toques plateados entre una paleta de verdes claros y dorados— parece haber atravesado diferentes ecosistemas, moldeados por el agua y el viento.
Los comunes, vastos y complicados sistemas hídricos de alcantarillado que traen el agua a Los Angeles son un referente para Den Hartog, y ciertamente las armaduras de las esculturas funcionan como adecuadas representaciones de los sistemas regulados y cuadriculados que rigen la planificación urbana. No puedo evitar percibir estas rejillas como representantes del patriarcado. Den Hartog trabaja para subvertir estos sistemas, empleando herramientas de jardinería para doblar y deformar las armaduras antes de incorporar un paño de fibra de vidrio sumergido en Aqua Resin para dar forma a las piezas reacondicionadas. Al permitir que el material actúe libremente sobre la forma —cuyos resultados son intrigantes momentos de azar e impulso gravitacional—, veo a Den Hartog como si estuviera liberando el terreno biológico para derribar modos desfasados de organización social (tal vez mi propio deseo de ver cómo se desmoronan los sistemas arcaicos). Aunque la obra anterior de Den Hartog ha investigado la influencia del agua en entornos naturales (como en su exposición de 2015 The Etiquette of Mountains [La etiqueta de las montañas] en la Rosamund Felsen Gallery), aquí canaliza este poder para desinflar simbólicamente la subestructura industrial de la ciudad; en la obra, el crecimiento aleatorio y orgánico ha superado a los sistemas más ordenados. Las esculturas (a las que la artista se refiere como paisajes) son rematadas con una capa de acrílico, pintada a mano sobre sus superficies bamboleantes. Mientras que el minimalismo (una comparación adecuada teniendo en cuenta el interés del movimiento por la objetualidad de las obras en 3D) defendía una identidad innata y la simplicidad de las formas, estas obras hacen referencia abiertamente al mundo natural fuera del estudio del artista, uno en el que rara vez se aplican estrictas reglas estructurales. En cambio, el proceso de Den Hartog apunta a las artistas feministas de épocas más recientes que criticaron la escultura minimalista al adoptar la biografía, la naturaleza y lo hecho a mano: la integración de la escultura y la pintura por parte de Lynda Benglis; la consideración de la subjetividad del cuerpo por parte de Eva Hesse.
Una serie de acuarelas en la segunda galería ilustran de forma más directa las disrupciones de Den Hartog. En Sinking [Hundimiento] (2019), una cuadrícula de rectángulos blancos flota inmersa en un mar de pigmentos azules y negros. Los colores se desbordan y anulan los contornos rígidos, arrasando con algo aparentemente firme. Una de las piezas más antiguas en exposición, Inundation, Orange and Black [Avalancha, naranja y negro] (2018), es una imagen más literal de una rejilla o red colocada sobre un fondo similar a un amanecer que comienza a flaquear y a combustionar dentro del marco, un objeto inamovible que se desmorona sobre sí mismo. También en este caso la acumulación y la gravedad del agua resulta en un acontecimiento cataclísmico, que nos permite vislumbrar un futuro potencial en el que nuestras ciudades de acero son engullidas por los mismos elementos que tanto intentamos controlar. Aunque pareza un salto intuitivo aplicar una lente feminista a estas interrupciones, el agua, y el acceso a ella, es una cuestión feminista. Quizá el agua, con su potencial vital para sustentar y crear vida, sea una metáfora de aquello que mejor puede combatir el patriarcado.
La era que habitamos requiere algo más que la mera observación de nuestro espacio compartido: exige que reconozcamos el efecto que tenemos sobre nuestro entorno. Mediante el uso del agua y la gravedad, la nueva obra de Den Hartog se presenta como una advertencia: por mucho que intentemos crear fabulosas redes de maquinaria e infraestructuras económicas y políticas, nunca podremos controlar totalmente nuestro entorno natural. Pero, llevándolo un paso más allá, también da la bienvenida a lo salvaje. La obra es un llamamiento feminista a conquistar las estructuras simbólicas y rígidas que nos rodean, conceptos que pueden parecer tan antiguos como los túneles que hay bajo nuestros pies.
Irina Gusin es una comisaria independiente, escritora y productora de exposiciones que vive y trabaja en Los Angeles, California.
Esta reseña se publicó originalmente en Carla número 29.