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Cuando la cantante Billie Holiday presentó “Strange Fruit” en el Café Society de Greenwich Village en 1939, la canción se convirtió rápidamente en un llamamiento urgente que dirigiría la atención del mundo hacia los linchamientos de la época de Jim Crow. Desde entonces se ha erigido como una de las canciones de protesta más potentes y prolíficas del siglo XX.
La nación sigue lidiando con el doble terror que suponen la brutalidad policial y la violencia gratuita de las armas de fuego que se han convertido en las nuevas y más insidiosas formas de linchamiento (el número de estadounidenses negros muertos a manos de la policía ha aumentado en los dos años posteriores al asesinato de George Floyd1 en 2020). La artista Genevieve Gaignard examinó el legado de la violencia racial y sus repercusiones actuales en su reciente exposición Strange Fruit [Fruta extraña] en Vielmetter Los Angeles, empleando una versión de la icónica canción de Holiday como inquietante latido de la exhibición. La hermosa y macabra versión, creada e interpretada para el espectáculo por Samantha Farrell and The Big Red Band2, resonó por toda la galería a través de una gramola vintage.
Gaignard es una fotógrafa y artista de medios mixtos que combina el autorretrato con instalaciones escultóricas inmersivas formadas por materiales encontrados, como fotografías, libros cuidadosamente escogidos y baratijas de porcelana que sacan a la luz la vida interior de sus sujetos. En Strange Fruit la artista incluyó elementos familiares: dos instalaciones gemelas de inspiración victoriana adoptaron la forma de grandes camafeos del tamaño de una pared; una sala de estar con una pared de fotografías de familia enmarcadas y un par de mesas montaplatos de varios niveles coronadas cada una por una lámpara de porcelana figurativa. Los elementos contemporáneos, como las obras de neón basadas en textos, colgaban entre los motivos vintage, trayendo la historia firmemente al presente.
Mientras procesaba los acontecimientos de 2020 Gaignard creó una nueva serie de trabajos para Strange Fruit que establece una correlación directa entre la brutalidad policial y los linchamientos de hoy en día. Sin embargo, evitó deliberadamente las representaciones visuales del trauma negro, optando en su lugar por convertir a los autores de la violencia racial en objetivos. En uno de los pasillos de la galería alineó una serie de columnas, cada una de las cuales albergaba una cabeza desmembrada de porcelana estilo Royal Doulton con una cinta de raso atada al cuello. Colocadas sobre cojines rojos, las cabezas estaban dispuestas junto a una serie de autorretratos fotográficos. En ellas, Gaignard posa gracilmente ante una mansión desgastada que sigue el diseño de las que se encontraban en las plantaciones, con vestidos de estilo antebellum, mientras los despojos de la esclavitud la rodean. Aquí, Gaignard subvierte las nociones de legitimación y privilegio al eliminar el velo de seguridad que rodea a las mujeres blancas, colocando en su lugar la fragilidad blanca en un pedestal que evoca simbólicamente una cabeza en una pica. Mientras la artista da la vuelta al racismo, pide a los espectadores blancos que se imaginen a sí mismos como víctimas. En mayo hablé con Gaignard sobre Strange Fruit, sus orígenes y los temas contemporáneos que resuenan a lo largo de su obra.
Colony Little: ¿Cuáles eran los temas y conceptos que rondaban por tu cabeza al montar este proyecto?
Genevieve Gaignard: Realmente fue una respuesta directa a lo que se estaba desarrollando en nuestras pantallas de televisión durante los dos últimos años, entre Breonna Taylor, George Floyd y tantos otros. Me encontraba en Massachusetts —para una residencia en la MCLA (Massachusetts College of Liberal Arts)— en aquel momento [el del asesinato de Floyd], e intentaba procesar lo que se estaba desarrollando, tal y como hacíamos, y seguimos haciendo, muchos de nosotros. Todos estos son linchamientos modernos. Siendo sincera, este proyecto ha supuesto mucho trabajo y se trata de un tema muy duro. Realmente siento que hay una continuación del proyecto que comenzará a crearse.
CL: Conceptualmente, ¿dónde empezaste ese proceso?
GG: En un momento dado, supe que quería abordar esta idea de los linchamientos modernos, a la vez que seguía queriendo utilizar materiales e imaginería del pasado, por lo que no pensaba desviarme de esa línea. Lo que sí quería era ampliar mi producción y ampliar lo que había utilizado en el pasado con la esperanza de hacer evolucionar los materiales.
Ya conoces las figuritas en las que utilicé la cabeza de la estatuilla de la mami y el cuerpo de la figurita de Royal Doulton para crear estas nuevas figuritas que he expuesto en la exposición metidas dentro del reloj de pie y en algunas de las piezas de la estantería. Pero, en mi estudio, tenía estas mamis descabezadas y las cabezas de Royal Doulton. Me preguntaba cómo podía aprovechar el tema de “Strange Fruit”, de los linchamientos —que son actos grotescos, hirientes y odiosos— y crear visualmente algo que le pusiera a uno en la situación de ver cómo sería eso concretamente para la gente blanca.
La forma en que se acabó presentando fue haciendo que esas cabezas fueran el sustituto del acto de los linchamientos.
CL: El hecho de que estuvieran reposando sobre almohadas rojas y las cintas que tenías alrededor de sus cuellos para evocar las cuerdas…
GG: Son todos aspectos sutiles que esperaba que el espectador captara. El resultado final es esta pieza que habla de los linchamientos, pero que al mismo tiempo habla de la fragilidad de la blanquitud y de cómo tenemos que andar de puntillas en torno a estas cosas de las que era tan natural formar parte cuando sucedían. Pero nadie quiere asumirlo. En el pasado, se celebraba; era un espectáculo.
CL: Hay una interacción con tus retratos que funciona realmente bien con las instalaciones. ¿Puedes hablarme de los personajes que habitabas cuando hacías esos retratos?
GG: Sé que parte de mi historia pasa por ser blanca. Así que, para estas fotografías, estaba dispuesta a ponerme en la piel de este personaje que fue grabado en la historia como esta preciosa flor. La mujer blanca es puesta en un pedestal, y yo sigo poniéndola en un pedestal, pero de una manera más oscura, con la escultura. Es poseer las dos partes de mi historia. [Gaignard, nacida de madre blanca y padre negro, ha explorado a menudo la dualidad de su identidad en su obra.]
En la mayor parte de mi trabajo, intento celebrar y realzar las historias negras y mi manera de encajar en ellas, pero para esto sentí que necesitaba modificar un poco mi enfoque y ponerme como “la víctima”, o el precursor de acabar en el pedestal. Puedes ver que todos los personajes de las fotografías llevan el lazo alrededor del cuello, y lo vuelves a ver en las esculturas.
CL: Otro aspecto familiar en tu obra es la pared de espejos de mano, que ya hemos visto en exposiciones anteriores. ¿Puedes hablarme de la forma en que las paredes de espejos contribuyen a la experiencia de tus exposiciones?
GG: No quiero que los espectadores blancos se sientan como si les estuviera señalando con el dedo, pero también es como: “¿Habéis visto esto? ¿Podéis mirar esto? ¿Sabéis que esto forma parte de vuestra historia? Empezad a desentrañar esa historia de odio”.
Creo que muchos de nosotros, cuando entramos en un espacio de arte, pensamos: “¿En qué estaba pensando el artista?”, o “¿cómo forma esto parte de su historia?”. Y para mí, el espejo hace que el espectador pare en seco. Se ven enfrentados a sí mismos, y tienen que saber que se trata de dónde se encuentran y cómo entienden lo que ven frente a ellos.
CL: Hablemos de la iconografía de las mamis y las cajas de fruta que aparecen en el montaje.
GG: Todas estas ideas empezaron a fluir a través de mí al pensar en cómo los temas de “Strange Fruit” podrían presentarse en relación con los linchamientos de hoy en día. En la forma en que se montó el proyecto, te encuentras con esas cajas, ves algunas de las fotografías, ves los espejos y luego te giras para ver esa sala de cabezas. Eso tiene ya mucho peso en sí mismo. Eso podría haber sido el espectáculo.
Quería crear un espacio para dirigirme a las personas a las que realmente les han ocurrido estos hechos: las vidas que se han perdido y las familias que han sufrido esas pérdidas. ¿Cómo puedo encumbrarnos en lugar de mostrar imágenes de la quiebra? Al crear la pirámide con las mamis no sabía cómo se percibiría. Solo sabía que quería verlas en cantidades. Tenía una idea de lo que se podría sentir al ver muchas de esas figuras. Creo que eran varias las lecturas que se podían hacer de eso también. Una vez que vi la figura sin la cabeza y en la postura en la que está —las manos en las caderas, esta pose de poder— empecé a sentir esta especie de presencia militar, especialmente cuando vi las figuras en este gran número. Y luego hubo un collage que se hizo en conversación con aquellos titulados And Still We Bloom [Y aun así florecemos] (todas obras de 2022). Todas estas cosas subyacentes que nos han sucedido, que continúan sucediendo. Todavía es mucho lo que damos y creamos. Simplemente aparecemos. La gente negra es increíble, y a pesar de todo, seguimos brillando y siendo hermosos.
CL: Esa es una transición perfecta a la pared del Family Tree [Árbol genealógico] con todas las fotos. Me encantan tus viñetas; me hacen sentir como si estuviera en la casa de un familiar. Esa pieza era muy poderosa porque se veían fotos de varias generaciones de gente negra que prosperaban y eran felices; es un contrapunto de gran belleza.
GG: Es muy frecuente que las imágenes de las familias negras no se presenten de forma positiva, así que cada vez que tengo la oportunidad de crear un espacio que celebre a las familias negras y refleje ese tipo de imagen positiva para el público blanco estoy totalmente a favor. Como persona blanca que ve la obra es posible que te sientas de alguna forma en particular cuando experimentas esa galería de cabezas, al ver una representación de la blanquitud como víctima de dichos linchamientos… pero la realidad es que esto no os ocurrió a vosotros, vosotros nos lo hicisteis a nosotros. La instalación Family Tree es como un santuario o un altar a las verdaderas víctimas de estos crímenes odiosos.
CL: La música ha desempeñado un papel en tus instalaciones anteriores, pero la gramola es una nueva dirección. ¿Cómo surgió esa pieza?
GG: Esta gramola lleva ya un tiempo conmigo. En mis búsquedas para otras instalaciones, me encontré con esa gramola. Para este montaje, cuento con la colaboración de una amiga de la infancia que tiene una voz preciosa y una carrera como cantante que va en ascenso. Me encanta poner en bucle a gente que ha estado en mi vida, que tiene vínculos con mi hogar y mi crianza. Samantha Farrell accedió generosamente a hacer una interpretación de esta canción icónica que la mayoría de la gente no tocaría ni con un palo de tres metros.
Colaboré con mucha gente para dar vida a este espectáculo, pero especialmente con Samantha, soy fan de su música y ya sabía lo que su voz era capaz de hacer, así que sabía que podía conseguirlo. Tiene un vibrato en su voz que añade una calidad inquietante a su interpretación. Se puso en contacto con algunos músicos con los que había trabajado. La canción se vuelve compleja y con muchas capas, porque la mayoría de la gente cree que es la letra original, pero yo le pedí a Samantha que cantara “white bodies swinging in the southern breeze” [“cuerpos blancos meciéndose en la brisa del sur”] en lugar de “Black bodies swinging in the southern breeze” [“cuerpos negros meciéndose en la brisa del sur”]. Tienes que captarlo en el momento adecuado; tienes que estar realmente pendiente de ello, o te lo pierdes.
Para mí, cuando sentía que todo estaba perfectamente alineado, que la música estaba al nivel adecuado, que realmente no había nadie más en el ambiente… Los ojos empiezan a llenarse de lágrimas, los escalofríos empiezan a llegar a los brazos… lo sientes. Sé que esto le ha pasado realmente a la gente. Hay víctimas de esta historia, y no son las figuras de los pedestales.
La voz de Samantha transmite un estado de ánimo, muy parecido a lo que hace Billie Holiday. Fue interesante dar a este grupo de artistas el espacio para crear algo propio.
CL: De cara al futuro, ¿es la temática de los linchamientos y la violencia legalmente sancionada algo que quieres seguir explorando?
GG: Hay una obra en particular que estaba tratando de terminar, pero no tardé en darme cuenta de que no habría sido capaz de hacerle justicia ni de ofrecerle el cuidado que necesitaba… Hay historias de personas específicas que deseo recoger, por ejemplo, la historia de Michael Donald. En mi investigación me enteré de que fue la última víctima documentada de linchamiento por parte de miembros del KKK en 1981, el año en que nací, y solo tenía 19 años. Eso, realmente, no es hace mucho tiempo. Cuanto más investigo, más claro queda que hay una lista continua de historias que puedo ampliar en mi trabajo mientras continúo interrogando esta parte de nuestra historia americana.
CL: Tu obra se enfrenta a los acontecimientos del pasado al tiempo que responde a un imperativo cultural para hablar de los retos del presente. ¿Puedes hablar de cómo alcanzas este equilibrio en tu trabajo?
GG: Mi manera de trabajar se ve impulsada por el objetivo de crear entornos y experiencias que despierten el pensamiento crítico y ofrezcan un cambio de perspectiva. El equilibrio al abordar los problemas de la historia y del presente llega sin dificultad porque nuestros problemas actuales como cultura no están tan alejados del pasado. Mientras la historia se repita, mi trabajo mantendrá ese equilibrio.
Colony Little es una escritora independiente residente en Raleigh, North Carolina. En 2021 recibió la beca Creative Capital/Andy Warhol Foundation Arts Writers Grant y es miembro de la cohorte 2021–22 de la residencia MHz Curationist Critics of Color. Además de en Carla, ha publicado en Art News, Artnet, The Art Newspaper, ARTS.BLACK, Hyperallergic, Walter Magazine y W Magazine.
Genevieve Gaignard (nacida en 1981) es una artista multidisciplinar que utiliza el autorretrato, el collage, la escultura y la instalación para suscitar el diálogo en torno a las complejidades de la raza, la belleza y la identidad cultural. Desde 2019 Gaignard ha estrenado seis exposiciones individuales y ha participado en numerosas muestras colectivas. Su exposición individual más reciente, Strange Fruit [Fruta extraña], con Vielmetter Los Angeles, es hasta ahora su trabajo más ambicioso en escala y tema. Gaignard divide su tiempo entre su ciudad natal de Orange, Massachusetts, y Los Angeles.
Esta entrevista se publicó originalmente en Carla número 29.