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En su ensayo de 1995, “The Site of Memory”, Toni Morrison mencionó el río Mississippi —cómo su recorrido fue redirigido en ciertas áreas para hacer espacio para viviendas y terrenos, y cómo esas áreas en su antiguo camino experimentan inundaciones intermitentes—. “Pero, en realidad, no es una inundación”, escribe, “es un recuerdo. Recordando dónde solía estar”1. Creía que los escritores se comportaban de forma similar, reconstruyendo el pasado a partir de los rastros dejados atrás. Su enfoque de la ficción se sitúa en la encrucijada entre la verdad, lo recordado y lo inventado. Aunque comenzara con una imagen extraída de la realidad, prefería quedarse con su recuerdo emocional de la imagen en lugar de transmitir los hechos exactos, dejando que sus impulsos guiaran su “reconstrucción de un mundo”2. Un detalle o una corazonada la llevaban a un “viaje a un lugar para ver qué restos quedaban”3. A estos restos añadía sus propias posibilidades. Kevin Beasley trabaja de forma similar.
El artista multimedia afincado en New York ha realizado recientemente su primera exposición individual en Los Angeles en Regen Projects, una galería situada en una frenética esquina del bulevar de Santa Monica. Me dirigí allí, un fin de semana templado de mayo, y fui recibido por remolinos abstractos de color caramelo que ondulaban con movimientos inefables. Las obras colgaban de las paredes y se unían al sonido de los pájaros parpadeantes. Por un momento, perdí la noción de dónde estaba. Era como estar al mismo tiempo en una galería y en la calle, tanto dentro como fuera. Al adentrarme en el espacio quedé expuesta a otras frecuencias auditivas que retumbaban por debajo del trinar —lo que sonaba como un latido del corazón ralentizado y los murmullos a medias de voces lejanas—. Al igual que la noción de agua de Morrison, mientras veía las obras mis recuerdos parecían emerger y mezclarse con los de Beasley, creando nuevas formas de conexión en el proceso.
Con 28 obras todas realizadas en 2022 —que van desde esculturas osificadas hasta collages sonoros que funcionan de forma concertada para conjurar una experiencia multisensorial—, On site [Presencial] continúa el experimento de una década de Beasley con la escultura, el sonido y la mezcla quijotesca de ambos. Es conocido por sus objetos murales de tela, que se inspiran en la antigua técnica escultórica del relieve, un método para añadir elementos tridimensionales a una superficie plana4. En cambio, Beasley inunda su superficie de materiales, combinando mechones hinchados de algodón crudo de Virginia con camisetas y otros artículos (muchos de ellos procedentes de familiares y amigos) antes de unir los fragmentos en resina de poliuretano. En Regen, los relieves de Beasley, o “losas”, como él los llama, van desde la escala humana hasta el tamaño de un amplio ventanal y salpican las paredes de las tres galerías. A primera vista, estas esculturas de pared podrían confundirse con pinturas acrílicas que viven en algún lugar del canon modernista; Beasley hace un guiño a los legados artísticos que pone en tela de juicio. Con títulos como Site [Sitio] y Section [Sección], que hacen referencia a dos series distintas dentro de la exposición, la mayoría de las losas son topografías brillantes que se sitúan en la línea entre el paisaje, la pintura y la escultura. A lo lejos, partes de In my dream I saw a landscape [En mi sueño vi un paisaje] que parecían una fantasía de Jolly Ranchers derretidos y Starbursts masticados, una explosión de mostaza y cerúleo. Al acercarme reconocí cuatro vestidos de casa, en tonos de verde marino, que levitaban como fantasmas en el lado izquierdo de la losa. Tiras de camisetas rojo cereza hacen piruetas sobre la superficie del Site V [Sitio V], mientras que dos durags negros parecen bailar un vals sobre un arroyo de limón.
En On site el artista regresa a sus recuerdos de Virginia, donde nació y creció, y las obras de la exposición continúan la investigación general de Beasley sobre el lugar como un potente sitio de recuerdo, historia e invención. Sus obras reflejan esta búsqueda, y a menudo giran en torno a una pregunta central: ¿qué narrativas nos cuenta nuestro entorno? Sin embargo, en su regreso a su tierra natal, le preocupa menos presentar el pasado exactamente como fue. En su lugar, ha construido paisajes audiovisuales en los que los restos personales e históricos se funden con el azar, adoptando una forma material, agarrando al espectador de una manera que escarba en lo más profundo de nuestro ser, e invitándonos a reconsiderar cómo el pasado resuena en nuestro presente. Cuando miraba un derrame de color incrustado en una de las losas de Beasley o escuchaba la banda sonora natural que zumbaba por la galería, me encontraba cayendo en un espacio psíquicamente vivo, donde los recuerdos privados chocaban con los restos históricos de forma que alteraban mi comprensión del lugar y la pertenencia.
Cuatro de las esculturas de losa presentaban fotos impresas por sublimación tomadas en partes de Virginia, incluyendo Lynchburg, donde Beasley creció, y Valentines, donde su familia ha tenido una parcela de tierra durante generaciones. La experiencia de ver las fotos fue como hojear un álbum personal. Había imágenes de árboles frondosos, un cobertizo de madera y una figura en la distancia, con la oreja pegada a un teléfono móvil. Estas fotos van más allá de la mera documentación —impresas en camisetas y añadidas después a sus obras en losas, Beasley deforma sutilmente la superficie de las imágenes, creando ripios de distorsión, como si los recuerdos estuvieran todavía en proceso de coserse—. Estas losas inundan al espectador con su multiplicidad sensorial, sugiriendo una fascinación no solo por los objetos íntimos y personales, sino también por cómo telegrafían narrativas culturales más amplias.
Con las huellas de la narrativa de Beasley, empecé a incorporar mis propias historias a sus objetos, creando una experiencia compartida basada en la invención y la colaboración. De este modo, Beasley extiende su práctica hacia el exterior, abriendo al espectador a un yo que es una amalgama de detalles y experiencias, una historia que es elástica y maleable. Al integrar objetos cargados, como el algodón, junto con otros que tienen un significado privado (vestidos de casa, fotos personales, durags), Beasley considera los residuos del sur —cómo sigue moldeando no solo su historia y perspectiva particulares, sino también nuestras concepciones nacionales del yo y del otro—. Los extraños entornos de Beasley llaman la atención sobre el modo en que los residuos de la esclavitud, como sistema económico y como método de vigilancia contra los negros, siguen resonando en nuestro país como una presencia espectral, deformando nuestras concepciones del trabajo, la libertad y la identidad. Sus materiales hablan de sus propias narrativas, recordándonos que no podemos escapar de su dominio a menos que abordemos sus efectos, sin importar los mitos que creamos.
“Es muy importante que un objeto provenga de mí o, al menos, de alguien cercano a mí”, explicó Beasley a Art in America. “Ese es el punto de partida, y la obra como que se abre a partir de ahí”5. En 2011, mientras visitaba Valentines para una reunión familiar anual, observó que el algodón crecía en una granja arrendada en la propiedad de su abuela paterna. La visión hizo que Beasley se adentrara en una madriguera existencial, provocada por su deseo de situarse en el particular linaje de su familia, así como en la historia más amplia de los negros estadounidenses en el Sur. “Pasaba el tiempo allí abajo tratando de entender, de alguna manera, lo que me hace ser: ¿Cómo estoy aquí? ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué hago obras?”6. Sus cavilaciones le llevaron a utilizar el algodón crudo de Valentines como material recurrente en su obra. También compró en eBay un motor de desmotadora de algodón de 1915, que se convirtió en la pieza central de su exposición fundamental en el Whitney Museum en 2018, A view of a landscape [La vista de un paisaje]. Colocado dentro de una caja transparente a prueba de sonido y rodeado de micrófonos en una galería, el zumbido continuo del motor se transmitió a una galería separada. Como escribió Aria Dean en una reseña de la muestra para Spike Art Quarterly, la exposición “nos atrapa a todos en sus engranajes”, mientras intentamos situarnos en las secuelas de la esclavitud7. Aunque On site llegó a registros más tranquilos que A view of a landscape, se unió al ciclo evolutivo de Beasley, creando una experiencia que implicaba a los espectadores en la creación de nuestras narrativas personales y nacionales.
Eventualmente, encontré el origen del efervescente paisaje sonoro de On site: un poste de servicios públicos modificado, instalado en la galería sur, apropiadamente titulado THE SOURCE [LA FUENTE]. El poste, que se elevaba desde el suelo hasta el techo y estaba equipado con focos LED, parecía una reliquia conservada de un antiguo barrio. Un par de zapatillas Nike Cortez azules y blancas colgaban de los cables eléctricos suspendidos del techo y que recorrían toda la galería, mientras que una nevera para bebidas se encontraba en la parte inferior de la estructura. Un aparato de aire acondicionado interno zumbaba, añadiéndose a la banda sonora que emanaba de los altavoces colocados por toda la galería (incluso en el techo) y conectados por los sinuosos cables eléctricos. La obra reproducía un collage de grabaciones de campo tomadas por Beasley en varios lugares, con una banda sonora diferente para cada día de la semana. En mi segunda visita, un miércoles, el audio había cambiado de los sonidos naturales de mi visita del fin de semana, pasando de un sintetizador cantado a un enlace motorizado y percusivo.
THE SOURCE es una especie de continuación —Beasley presentó una iteración de la escultura en Prospect New Orleans, una exposición trienal, el pasado mes de febrero—. El hecho de que una versión de esta escultura de New Orleans, que se instaló en el Lower Ninth Ward en un terreno adquirido por Beasley8, reaparezca en una galería de Los Angeles supone un nuevo retorno, que nos recuerda que el Sur de Estados Unidos también ha dado forma a esta ciudad. Colocada en la misma galería que las losas de Virginia, THE SOURCE se suma al gabinete de materiales sureños de Beasley. Su obra insiste en que el acto de regresar es una experiencia corporal completa, que borra los límites que ponemos en el tiempo y el espacio y conduce a “una comprensión multidimensional”9 de nosotros mismos y de nuestro entorno. Para Beasley, regresar es otra palabra para referirse a un compromiso profundo, una práctica comunitaria de envolvernos en los extraños giros de la historia. Al situarnos en las corrientes de sus recuerdos, Beasley hace suya la creencia de Morrison de que recordar es una experiencia colectiva, una forma de reconocer y aprovechar las energías tácitas que nos unen en el tiempo.
Allison Noelle Conner ha publicado en Artsy, Art in America, Hyperallergic, East of Borneo y otras. Nació en South Florida, se encuentra afincada en Los Angeles.
Este ensayo se publicó originalmente en Carla número 29.