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En una de las primeras escenas de Suddenly, Last Summer [De repente en el verano] (1959), una gregaria Violet Venable (Katharine Hepburn) va inventariando el jardín de su hijo fallecido durante la visita del Dr. Cukrowicz (Montgomery Clift), cuando, en un determinado momento, llega junto a una preciada Venus atrapamoscas conocida como la Dama. El personaje de Venable, interpretado por Hepburn, habla sobre las inconscientes moscas que vuelan en la órbita de la Dama: “La Dama exuda este maravilloso perfume que las atrae, ellas se arrojan a su cáliz, y jamás vuelven a salir”. Tal y como ocurre en este caso, la atrapamoscas suele ser contextualizada como una fuerza devoradora o amenazadora, muy en la línea del kudzu (p. ej. “la planta que devoró el sur”), la dedalera o la hiedra venenosa. Pero es el particular potencial de la adormidera para resultar tanto seductora como mortífera lo que ocupa a Ben Sanders en Poppies [Adormideras], su más reciente exposición en Ochi Projects.
La anterior exhibición de Sanders con la galería, titulada I Come to the Garden Alone [Vengo solo al jardín] (2018), también coqueteó con la imaginería botánica, incluyendo cuadros de diversos tallos cortados colocados en jarrones antropomórficos que mostraban caras con expresión tímida, nerviosa o irritada. Mariposas, hormigas, una mesa de jardín y una enredadera espinosa aparecían a lo largo de toda la obra apuntando a las tensiones existentes entre el carácter salvaje de la naturaleza y el crecimiento controlado de un jardín. Los aislados brotes de los cuadros de Sanders en 2018 tendían a aparecer en un estado marchito, tardío, mientras que las caras de los jarrones sugerían cierto animismo, cuando no directamente una activa vida interior. Con todo, la exhibición retrataba una especie de sigilosa psicología en las cosas, señalando una naturaleza contenida pero aún preocupantemente independiente.
En Poppies, Sanders ha cambiado temáticamente, moviéndose del sondeo de la psicología de las plantas a, en cierto modo, explorar la sociología de las mismas. Su más reciente exhibición se centra de lleno en la flor que le da título, a menudo dispuestas sin ningún contenedor o ámbito espacial específico, salvo por la ocasional calavera humana. En particular, la adormidera de Sanders es la variedad Papaver somniferum. Sus vainas de simiente sin madurar segregan un látex que contiene el opio por el que es conocida.
Los cuadros son, en ocasiones, algo caricaturescos, casi siempre muestran colores intensos, y son consistentemente gráficos. La glauca superficie de la adormidera se presta a la característica aerografía de Sanders, generando acabados de tonos vívidos que brillan con turgente luminosidad, como en el caso de Opium Poppy with Fresh Milk [Adormidera con leche fresca] (2020). Red Flower [Flor roja] (2020) muestra una adormidera que estalla en una floración desaliñada, secreciones blancas gotean de cada uno de los extremos de su sinuoso tallo. Unas formas que podrían ser las anteras, pero que se asemejan a píldoras, sobrevuelan en la sección superior del cuadro.
De igual manera que en Red Flower, son muchas las obras de Sanders en las que se plasma la segregación del látex de la adormidera surgiendo del corte en una vaina de simiente o tallo. Este látex varía de color —negro, blanco de vez en cuando y rojo en algunas ocasiones—. La secreción negra de la adormidera en Opium Poppy with Toyota [Adormidera con Toyota] (2020) se asimila al nombre del fabricante de automóviles sugiriendo un paralelismo infame aunque no del todo evidente entre el petróleo, las corporaciones y/o los fabricantes de automóviles, y los opiáceos. El delicado y sórdido rizo verde de la vaina y el tallo de la adormidera bajo el texto se prolonga como una serpiente en una carretera de tierra. La inquietante Opium Poppies with Razor Blades [Adormideras con cuchillas de afeitar] (2020), por otro lado, muestra un fantástico divertimento gráfico en las partes que la conforman: estridentes adormideras naranjas dirigen sus rizados tallos morados de hojas arrugadas en un zigzagueo entre cuatro cuchillas de afeitar limpiamente dispuestas. Las vainas no aparecen cortadas y ningún látex surge de ellas, provocando que en la composición fermente una amenaza.
La aparición de una cuchilla de afeitar con un uso inadecuado evoca el vicio que acompaña a las drogas, o incluso el suicidio; aquí, Sanders ofrece un oblicuo punto de partida hacia los nocivos efectos sociológicos de la adormidera. Los opiáceos derivados de la adormidera se utilizan con fines medicinales (morfina, codeína), pero más frecuentemente en la heroína. Según algunos cálculos, alrededor del 90 % de la producción ilegal de opio proviene de Afganistán, donde el cultivo de opio supone una porción considerable de la economía nacional. En resumen, el opio es una sustancia que aglutina una miríada de efectos y fuerzas en la sociedad contemporánea: el tráfico de drogas, los cuidados paliativos, la crisis de adicción a los opiáceos, los intereses comerciales y económicos. La exploración de Sanders sobre la forma y figura de la adormidera no reconoce directamente ninguna de estas realidades específicas, es el lúgubre atractivo de la flor lo que constituye el punto crucial de Poppies, unido a una mirada narcoléptica hacia la muerte que sus derivados representan y, en su éxtasis, ocultan.
La muerte es omnipresente a lo largo de toda la exhibición: las calaveras aparecen en tres de los cuadros de gran formato y en varios de los bocetos que se muestran en la sala trasera de la galería. La calavera representada —en pintura, anatomía o sencillamente en la mente— vive en un peculiar anonimato: extraña cuando permanece inerte, sobrenatural y terrorífica cuando se encuentra en movimiento. Aunque las calaveras suelen aparecer privadas de toda carne y cartílago identificador, las calaveras de Sanders en Opium Poppy with Supplicants [Adormideras con suplicantes] (2020) han recuperado algunas de sus partes carnosas, sus lenguas salen en busca del líquido que supura la adormidera y sus globos oculares giran hacia arriba hasta casi salirse de sus órbitas en puro deleite. Los animados rasgos exagerados de cada calavera flotan contra una nada dosificada en la que la sensación extática es destilada o acaba con todo lo que se encuentra fuera de sí misma. El estilo atractivo y accesible de Sanders es un velo honesto, e incluso sofisticado, que cubre los temas más oscuros que trata. En este sentido, sus pinturas en Poppies ocultan continuamente las tensiones que albergan en su corazón, provocando una incomodidad curiosamente confortable.
A lo largo de la exhibición, las referencias a las flores de la adormidera, la muerte y el éxtasis reproducen la imagen desigual de los opiáceos en la vida americana contemporánea —una sustancia paliativa infra o sobreempleada, y parte de un ciclo de padecimientos, vergüenza, placer, recetas, indulgencia, trastorno, muerte—. Como tal, y como espectador, uno sale de la exhibición de Sanders atrapado en un cruce de corrientes entre belleza gráfica y tenso significado. Sin duda, el placer del opio1 es su amenaza definitiva: en Poppies, los peligros que se insinúan son muy a menudo sobrepasados por los colores de repostería y el tono juguetón, haciendo que la coherencia del tema de Sanders vaya y venga, oscilando sobre una realidad desoladora a la que a lo mejor es imposible acercarse completamente. Es debido a esto que Poppies es a la vez significativa e insustancial, hermosa e imposible de resolver.
Aaron Horst es un escritor afincado en Los Angeles. Sus escritos han aparecido en Carla, Flash Art y Art Review.
Esta reseña se publicó originalmente en Carla issue 23.