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En medio de la pandemia del coronavirus y los levantamientos en busca de justicia racial, el arte —como otra forma de expresión— se enfrenta a un gran reto. Pero los artistas visuales han continuado presionando —si existe un medio que contenga las posibilidades de crear belleza a través de la presión y el calor, es la cerámica—. La alfarería está, después de todo, forjada a fuego. La creciente popularidad de esta forma artística —a través de espectáculos institucionales, tiendas modernitas o incluso videos de Instagram que enseñan a hacerla— genera preguntas: quién está invitado a explorar esta técnica y quién queda excluido.
Durante años, la cerámica ha crecido en importancia, tanto en las artes plásticas como en el mundo del diseño comercial. En 2015, el New York Times constató que el número de estudiantes graduados que se especializaba en alfarería en la escuela de diseño de Rhode Island había incrementado en un 50 por ciento1. En 2018, Los Angeles Times subrayó el esfuerzo por parte de algunas instituciones educativas, como CalArts y Cal State Long Beach, de hacer la cerámica más accesible a los estudiantes2. En 2016, la propia Craft Contemporary (antes denominada Craft and Folk Art Museum) inició su recaudación de fondos anual presentando una feria de artesanía de vendedores locales, en la que un porcentaje de su recaudación iría al museo. Este año también ha presentado la segunda edición de la bienal de arcilla, The Body, The Object, The Other (El cuerpo, el objeto, el otro) que incluía a 21 artistas de cerámica contemporáneos. Mientras que se ha incrementado el interés en la alfarería en los últimos años, los artistas están tratando de acortar la distancia que se genera entre representación y acceso a este campo.
A menudo, este campo presenta barreras para entrar —encontrar objetos de cerámica en museos o en los escaparates de tiendas para intelectuales, flanqueadas por altos muros y señales de no acercarse pueden hacer que estos objetos se presenten como inaccesibles—. Así como ocurre con otros procesos artísticos, existe una barrera financiera —se necesita una considerable cantidad de equipamiento y de espacio para trabajar con la arcilla y las tarifas exorbitadas de los estudios impiden a mucha gente experimentar con este medio—. Aparte de los precios prohibitivos, el entorno de muchos estudios de cerámica se presenta especialmente ingrato a los principiantes: estos espacios los ocupa, en su mayoría, gente blanca, dificultando a los ceramistas de color encontrar su comunidad. Para la gente de color es incluso difícil encontrar una clase en la que ellos no sean el único alumno que no es blanco.
En 2017, Mandy Kolahi, nativa de Los Angeles, se cansó de espacios de arte superprofesionalizados y llamó la atención acerca de la inexistencia de espacios de creación artística centrados en artistas de color. Militante de base y activista centrada en la creación de espacios, Kolahi quería construir un lugar para la creación solidaria y ayudar a que los artistas de color pudieran ganarse la vida con su arte. Junto con la artista y activista Ambar Arias creó POT, un estudio de cerámica en Echo Park que se dirigía específicamente a hacer más accesible la alfarería a gente de comunidades marginales, enfocándose en los artistas de color, a los que apoyaba a través de un minucioso programa comunitario. El estudio acoge talleres, fiestas privadas y da clases que, a veces, son impartidas en español. Su tienda online vende artículos hechos por los miembros de POT y ofrecen clases en las que la matrícula se ajusta a los ingresos de alumnos —a veces se dan de manera completamente gratuita— y consideran el intercambio de bienes y servicios como equivalente al pago. POT incluso ofrece becas de viaje a ceramistas de color que vivan fuera de Los Angeles, un estipendio para cubrir los gastos derivados del viaje y alojamiento gratuito. En medio de la pandemia, el estudio ha cambiado sus clases a una versión online y ha preparado kits de construcciones manuales para que los estudiantes los recogieran antes de cada taller.
La dedicación del estudio a las comunidades de color y queer ha llegado a los amantes de la cerámica de fuera de Los Angeles. De acuerdo con Kolahi, antes de la pandemia era común que la gente condujera dos o tres horas para asistir a las clases de POT. Algunos conducían desde lugares como San Diego, Bakersfield o Davis para pasar el fin de semana, otros planificaban un viaje en base a su asistencia a uno de los talleres desde la Bay Area o incluso de la Costa Este, algo que resalta tanto la importancia como el éxito de POT y su labor centrada en las comunidades de color.
Kolahi ha explicado que otros estudios de cerámicas han mostrado su desagrado, a veces incluso de manera agresiva, hacia la labor que hacen con las comunidades de color: “El hecho de que la mayoría de los espacios pertenece a gente mayor blanca es un reflejo de las microagresiones. Están ahí. Todos las hemos sentido. Me he encontrado con innumerables ceramistas de color que han estado en otros estudios y estaban deseando irse por toda la problemática que han escuchado en el estudio”. Hay que decir algo a favor de aquellos que se manchan las manos por construir un espacio que te acepte tal y como eres, sobre todo en un momento en el que la indignación largo tiempo sentida por las comunidades de color sobre el racismo sistémico está llegando a un punto de no retorno. “Es como una transferencia física de energía”, ha dicho Kolahi, que describe trabajar con arcilla como una manera de procesar los sentimientos y las experiencias para recentrarse en uno mismo. “Nunca me voy a la cama sin sentir que mi creatividad ha dado todo de sí”.
Mantener esa energía requiere enfrentarse de manera intencionada a las barreras del, normalmente, inaccesible mundo del arte. Incluso el precio de la arcilla y el esmalte puede hacer sentir a los nuevos estudiantes que equivocarse —algo esencial es dominar los materiales— tiene un alto coste. El año pasado el estudio impartió talleres para individuos trans, no-binarios, personas intergénero e intersexuales. Estas comunidades, por lo general, no encuentran espacios que estén por completo dedicados a ellos y POT pidió a sus miembros cis que no se matricularan en esas clases. Así, se creó un espacio seguro (y único) para que estos participantes pudieran mostrarse tal y como eran. Y, quizás, debido al éxito que han tenido estos espacios de apoyo que el estudio ha creado, la comunidad ha aumentado la inversión en becas para aquellos que, de otra manera, no podrían permitirse las clases. A principios de año, las donaciones de los miembros de POT y las ganancias de las ventas permitieron al estudio impartir un taller gratuito para estudiantes negros. POT opera fuera de los espacios tradicionales de venta de arte e incluso de los modelos organizativos sin ánimo de lucro, confía en y prospera gracias a estos gestos de la comunidad. Mientras que los espacios de arte normalmente fracasan a la hora de considerar las necesidades de la comunidad —algo que se refleja a través de la gentrificación de muchos barrios de Los Angeles—, POT consigue lo contrario al dar a los artistas de color una sensación de anclaje entre los crecientes niveles de desplazamiento.
Kolahi está decidida a fomentar esta amplitud de miras. Por ejemplo, los profesores de POT (incluida Kolahi) abordan cada taller con una calidez que cuestiona la jerarquía entre profesor y estudiante y fomenta que estos se relajen un poco. Este acercamiento lúdico por parte del personal se refleja en su programa, como se puede ver en el título de los talleres que han impartido: “Psicodelia: decorando con setas y cristal”, “Pornornamentaciones con POT: creando ornamentos de cerámica picantones” y “Decora tu propia cachimba”. Kolahi explicó: “No te preocupas tanto por hacer un jarrón perfecto cuando estás creando algo como, por ejemplo, un consolador”. Los temas desenfadados de POT son vitales para crear un punto de entrada lúdico al mundo de la cerámica. De acuerdo con Kolahi, cuando estás en una habitación con más gente, tratando de construir con tus manos tu propia cachimba, “no existe la presión de crear arte convencional”.
El desenfado de POT coexiste con su misión de justicia social. Kolahi y Arias, motivadas desde el principio por las políticas de inclusión, han hablado sobre temas como la abolición de la policía incluso antes de que se hicieran virales los memes y las peticiones de estos últimos meses. Las publicaciones habituales del estudio en su cuenta de Instagram muestran vasijas con inscripciones tales como “La chota no es una mierda” o “Al carajo la Policía”. En una de las fotos, han pintado en unas copas colocadas en un escurridor sobre el fregadero con esmalte negro “Lágrimas blancas”, “Desmontando la supremacía blanca” y el conciso pero efectivo “Fuck”3. El estudio también ofrece talleres gratuitos a cualquier organización o grupo que se dedique a abolir la policía o las cárceles.
Los recientes levantamientos han fomentado conversaciones sobre qué pueden hacer las comunidades artísticas y los consumidores de arte para apoyar a los artistas de color. Mucha gente ha reexaminado cómo su dinero puede provocar un impacto directo: elegir qué comprar y a quién se puede convertir en una manera de apoyar directamente a las comunidades de color en vez de engordar los bolsillos de las grandes corporaciones. Kolahi quiere que POT pueda ayudar a los artistas a progresar y conseguir estabilidad económica. Este apoyo tiene un impacto notable en gente que pertenece a comunidades a las que se les ha denegado de manera sistemática los créditos y recursos, manteniendo las posibilidades de emprender fuera del alcance de su mano. “Soy una apasionada del empoderamiento económico y la independencia de las comunidades de color”, ha dicho Kolahi. “Es decir, odio el capitalismo, pero, ya sabes, el dinero mueve el mundo… Estoy obsesionada con los proyectos propios y me gustaría que todo el mundo fuera su propio jefe”.
Kohali a menudo pregunta a los miembros de POT si quieren vender su arte y les ayuda a crear una marca y un logo y, a veces, llega incluso a pagar a alguien del personal para que les ayude a crear una página web. Empoderar a los artistas para que creen su propia marca y negocio les ayuda a tener más beneficios ya que se evita que estos tengan que repartir las ventas con intermediarios. Las operaciones de POT últimamente se centran en la ayuda mutua, sobre todo a raíz de la Covid-19 —apoyar la creatividad y el espíritu emprendedor resulta especialmente importante en tiempos de crisis—. “Solo quiero que la gente se sienta realizada con lo que hace para ganarse la vida”, ha dicho Kolahi. “Si puedes ganarte la vida haciendo cerámica —y te divierte— y consigues vivir de ello, pues genial”. Promover la independencia económica mediante inversiones que apoyen a la comunidad es una estrategia importante que contrasta con el elitismo que las instituciones de arte tienden a perpetuar.
Cuando las actividades diarias, como salir a correr, se convierten en un riesgo para la gente de color, hacer arte puede parecer un lujo inalcanzable. Crear espacios seguros que eliminen las amenazas y las agresiones para la gente de color —mientras que se promueve la experimentación y accesibilidad, como pretende POT— es una manera de asegurarse de que estas comunidades consiguen dar rienda suelta a un acto fundamental de autoexpresión.
Este ensayo se publicó originalmente en Carla issue 21.