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En 2013, John Knight retiró cuidadosamente los revestimientos de madera desgastados por la intemperie de las paredes exteriores de su galería, un antiguo edificio industrial de Berlín que estaba a punto de ser demolido. Los paneles se transportaron al nuevo espacio de la galería, un elegante edificio de apartamentos del siglo XIX, donde colgaron como un gran revestimiento de madera alrededor del perímetro interior. Se hicieron ajustes para que encajaran perfectamente en los marcos de las puertas y los alféizares de las ventanas —se hicieron recortes para los interruptores de la luz y las tomas de corriente—. Con este gesto engañosamente sencillo, Knight llamaba la atención sobre los lugares y sistemas que se manifiestan en la capital alemana. La obra habla de una ciudad en rápida transformación que experimenta una afluencia de galerías, un aumento exponencial del precio de la vivienda y cambios en las condiciones de trabajo de los artistas.
La obra, titulada Bohemian Grove [Arboleda bohemia] (2013), ha sido recientemente expuesta en su cuarta y última iteración en la galería londinense Cabinet. Al igual que un libro de visitas, la instalación queda marcada cada vez que se expone, creciendo y disminuyendo con el tiempo. Y como ocurrió con su primera exposición, cada espacio en el que se muestra añade más contexto a la obra. En 2014, se incluyó en una exposición colectiva en la prestigiosa Gladstone Gallery de New York, donde se realizaron nuevas incisiones en la lámina y se analizó la ubicación de la galería en las antiguas zonas industriales de Chelsea. En 2017, la obra se desintegró aún más y viajó al Museum Cultuur Strombeek Gent de Bélgica (la única vez que la obra se ha expuesto en una institución pública), trayendo consigo el contexto de la relación del museo con fluctuaciones económicas más amplias.
En su última exposición este otoño en Cabinet, Bohemian Grove apareció en su estado más fragmentado hasta la fecha. Los paneles estaban agrietados y astillados en sus extremos, maltratados no solo por el clima berlinés, sino también por los cambios climáticos posteriores, al pasar repetidamente del almacén al traslado a la galería. Perforados con espectros de sus anteriores exposiciones (como un contorno en forma de sobre invertido, donde antaño se colocaba el rótulo de una galería, o el perímetro reconocible de una moldura de ventana), se hicieron nuevos cortes para alojar los antitéticos controles táctiles de climatización y ventanas de Cabinet. Los antiguos recortes dejaron las paredes de la galería al descubierto, la brillante mampostería blanca disociada de la cansada madera marrón y gris. Algunas partes de la madera estaban desgastadas y descoloridas; otras se resquebrajaban como la corteza de un árbol, y su superficie se movía siguiendo un patrón moiré de descomposición.
Expuesta con escasa didáctica, la obra de Knight es a veces criticada por ser impenetrable. Sin embargo, la escasez de Bohemian Grove permite que el contexto y las ideas más amplias salgan a la luz. Desmaterializándose lentamente cada vez que se expone, la obra recuerda la intervención que Michael Asher realizó en 1979 para el MCA de Chicago, en la que retiró paneles de aluminio del exterior del edificio y los instaló en el interior de los escaparates acristalados del edificio. Enfrentándose a la idea de que la creciente colección de arte del MCA quedaba en gran medida fuera de la vista y era inaccesible al público, cuando la obra de Asher no se exponía en el interior del museo, los paneles se volvían a instalar en el exterior del edificio. Paradójicamente, el almacenamiento públicode la obra también la exponía a los elementos del exterior y, por tanto, a su lenta decadencia. Junto con artistas como Daniel Buren y Dan Graham, Asher y Knight, fueron los precursores de un movimiento ultraconceptual a finales de la década de 1960, tras los movimientos Light and Space y minimalismo, en el que el propio objeto artístico empezó a quedar obsoleto. Estos artistas, y otros, ya no necesitaban los estudios como lugares de producción material, y enfatizaban en las ideas por encima de los objetos. Muchos se enfrentaron a las ideologías de los espacios construidos a los que se les invitaba a exponer —el nacimiento de la crítica institucional.
La galería Cabinet inauguró su nuevo espacio construido a medida en su ubicación actual en 2016, después de operar durante varios años en un antiguo bloque de oficinas al este de Londres. El idiosincrásico edificio independiente de 12 lados y cinco pisos se encuentra en los antiguos terrenos de los Vauxhall Pleasure Gardens —un espacio de ocio al aire libre del siglo XVIII que ofrece lo que los historiadores denominan “ocio comercializado”1—. Lugares de baile, comida y bebida, exclusivos espacios de ocio que solo acogían a cierta clientela, ya que exigían el pago de una entrada para acceder a ellos. Construido en el emplazamiento original de Vauxhall, el espacio de Cabinet puede parecer igual de exclusivo a los no iniciados. Este contexto es sin duda importante para Knight, ya que trabaja principalmente en lugares específicos. Su crítica inferida a la ubicación de la galería podría encontrarse en el hecho de que su obra es difícil de comprar o vender, con lo que niega el “ocio comercializado” del mercado del arte y nos lleva a una conclusión más compleja.
El título de Knight, Bohemian Grove, hace referencia a un campamento de 2700 acres en las secoyas californianas donde se reúne anualmente el poderoso y hermético “Bohemian Club”, formado únicamente por hombres. La reunión, que se celebra desde hace más de 150 años, es aparentemente una oportunidad para “volver a la naturaleza”, pero también se dice que es el lugar donde se toman importantes decisiones políticas y se hacen negocios de alto nivel. Con este detalle, Knight ofrece su escaso contexto: la galería, los jardines y la arboleda pueden interpretarse como entornos para burgueses.
El mundo del arte, al igual que la arboleda y los jardines de recreo de acceso limitado, es un reino exclusivo, bien recibido y accesible para unos pocos. La reciente instalación de Knight actúa como clave de estas ideas más amplias, como lo ha hecho en cada una de sus entregas anteriores. Al traer algo que estaba fuera —y ampliamente accesible al público— al interior, para que lo vea un público más exclusivo y preparado, esta obra impregna el material de desecho de diálogos poderosos y urgentes que cuestionan los propios sistemas que lo sustentan.
Esta reseña se publicó originalmente en Carla numero 31.