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Cuando abro un correo electrónico de mi abuelo, sé a ciencia cierta que mencionará al menos una de estas dos cosas: extraterrestres o Donald Trump. Sus correos llegan a mi bandeja de entrada desde una realidad alternativa en la que el presidente Biden es el Anticristo y los extraterrestres construyeron pirámides en la Luna. Independientemente de la teoría de la conspiración del momento —ya venga de Fox News o del Apocalipsis—, de lo que no me cabe duda es de que él y yo vivimos el mundo de forma muy distinta.
La posibilidad de que dos individuos puedan habitar realidades completamente separadas es parte de lo que primero me atrajo hacia la obra de Esther Pearl Watson. Distópica, de otro mundo y, sin embargo, extrañamente familiar, la reciente exposición de pintura, escultura e instalación de Watson en Vielmetter Los Angeles titulada A Very Luminous Vision [Una visión muy luminosa] intentaba encontrar a sus seres queridos en un punto intermedio entre la realidad y la surrealidad. Citando la correspondencia por correo electrónico con sus familiares —muchos de los cuales se enfrentan a problemas de salud mental—, la obra de Watson amplía fragmentos extraídos de sus comunicaciones hasta convertirlos en vastos e inquietantes paisajes, lanzándose de cabeza a los precarios y a menudo numinosos mundos de su familia. En lugar de despreciar los estados mentales de sus parientes, se adentra en ellos, perdiéndose en las realidades que experimentan.
La obra This radio frequency has already drifted into the past [Esta frecuencia radiofónica ya se ha desviado hacia el pasado] (2023), de título filosófico, capta el tono meditativo de las exploraciones de Watson sobre las visiones de su familia. El título, transcrito en la esquina superior izquierda del lienzo, procede directamente de un correo electrónico familiar. En el cuadro, una figura solitaria se reclina en una silla de jardín y observa el paso de una brillante lluvia de meteoritos azules y amarillos. Bidimensional y con aspecto de dibujo animado, como sacada directamente del mundo de los sueños de un niño, esta obra introduce varios motivos a los que Watson vuelve a recurrir a lo largo de la exposición. Bolsas de papas fritas, calcetines y otros objetos familiares se esparcen por el paisaje pastoral al tiempo que los animales domésticos permanecen cerca de los bordes del lienzo, observando cómo la figura es testigo de un acontecimiento cósmico. Por encima de ellos, el cielo nocturno se abre y su contenido se derrama al mundo.
Watson pinta otras escenas de forma más claramente fantasmal —incluso un poco descarada—, con alienígenas y ángeles que a menudo aparecen indistintamente. Por ejemplo, el OVNI que se cierne en el cielo en The Goldi Lox Zone [La zona Goldi Lox] (2023) es sustituido por dos ángeles hinchados de color verde que merodean por encima de un Taco Bell en The Comet’s Apparition [La aparición del cometa] (2023). Debajo de los ángeles, cada uno de los cuales sostiene una trompeta alargada en la mano, un individuo de pelo largo y negro parece dar un paseo nocturno, imperturbable ante la escena apocalíptica que se desarrolla sobre ellos. Watson consigue que los fenómenos particulares y peculiares que aparecen en sus cuadros parezcan extrañamente cotidianos. De hecho, en las mentes de su familia, estas apariciones extraterrestres no son en absoluto fantásticas; más bien, el hecho de su existencia es fundamental para la composición de sus realidades. Y el compromiso de Watson con la realidad de su familia es absoluto.
En una sala más pequeña, al fondo de la galería, Watson amplía la iconografía de sus cuadros en una instalación tridimensional del tamaño aproximado del mostrador de una cafetería autoservicio (A Very Luminous Vision [Una visión muy luminosa], 2023). Pieles sintéticas, telas estampadas, lentejuelas, flores artificiales, CD y otros objetos brillantes se adhieren con tachuelas a los cuadrados de madera y tableros de clavijas que componen la estructura. Extravagantemente brillantes y texturalmente cacofónicas, las puertas, rincones y grietas de la instalación brillan con el encanto de un pasadizo hacia otro mundo. Justo encima de la puerta, Watson garabateó la frase “¡Nada en la vida está fuera de tu alcance!”, captando tanto el optimismo melancólico que asocia con los paisajes oníricos de los miembros de su familia como la complejidad inherente a sumergirse en ellos.
Y, sin embargo, aunque su obra transita entre lo real y lo surrealista, Watson sigue siendo una narradora fiable: su obra siempre se siente anclada en lo real. Por ejemplo, aunque representa sus figuras humanas con un estilo juguetón y sencillo —sin nariz y siempre un poco torcidas—, siempre resultan lo bastante lúcidas como para identificarse con ellas. Mientras tanto, desde mi perspectiva en el sur de California, los voraces incendios forestales de Did you get this message? [¿Recibiste este mensaje?] (2023) golpean inquietantemente cerca de casa. Incluso el título de Artificial Intellegence Automatically Substitutes My Words [La inteligencia artificial sustituye mis palabras de forma automática] (2022)1, que presenta una forma dorada y angelical que desciende sobre un grupo de niños que están jugando con gatos, da testimonio de las partes de la realidad tecnocrática actual que ya rozan lo surrealista. Entonces, ¿qué es lo que hace tan diferentes la versión de la realidad de la familia de Watson de nuestra propia experiencia del mundo?
Al final, la obra de Watson parece argumentar que la propia realidad es un material poco fiable, uno que se deshace por las costuras con demasiada facilidad. Y no es que no lo hayamos visto desgarrarse antes. Cuando un jueves cualquiera de marzo de 2020 recogí mi puesto de trabajo y me fui a casa, confiaba plenamente en volver a la oficina el lunes siguiente. Después de casi un año de encierros relacionados con la Covid, no tenía ni idea de cómo procesar la incursión en el Capitolio de los Estados Unidos, mientras veía cómo se desarrollaba el acontecimiento en tiempo real. Sencillamente, no parecía real. Supongo que la realidad coopera con nuestras expectativas hasta que un día deja de hacerlo. Justo por debajo de nuestra suposición esperanzada de que nuestras vidas tendrán mañana el mismo aspecto que tienen hoy se encuentra la promesa casi universal del caos y el cambio.
Cambio climático. Neofascismo. Pandemia. Guerra. Inflación. Terremotos. Extraterrestres. Todas estas palabras se indexan de forma diferente para personas diferentes. La obra de Watson nos recuerda que la realidad es maleable, multivalente y susceptible de cambiar en un instante. Desde esta perspectiva, las visiones fantásticas de sus seres queridos, que tan cuidadosamente reproduce, pueden no estar tan alejadas después de todo. La diferencia entre lo real y lo surreal depende de a quién se le pregunte.
Esta reseña se publicó originalmente en Carla número 32.