Our advertising program is essential to the ecology of our publication. Ad fees go directly to paying writers, which we do according to W.A.G.E. standards.
We are currently printing runs of 6,000 every three months. Our publication is distributed locally through galleries and art related businesses, providing a direct outlet to reaching a specific demographic with art related interests and concerns.
To advertise or for more information on rates, deadlines, and production specifications, please contact us at ads@contemporaryartreview.la
Las creaciones artísticas de Alex Da Corte exhiben una peculiar irreverencia. En una obra realizada en 2021 para el techo de The Met, por ejemplo, se presentaba a un reflexivo Big Bird sentado sobre una reinterpretación de una escultura cinética de Alexander Calder. Mientras tanto, en sus videos como Bad Land [Mala tierra] (2017), Da Corte encarna al alter ego de Eminem, Slim Shady, disfrutando de un cereal de caja y jugueteando de manera absurda con controles de videojuegos. A diferencia de lascivos provocadores de anteriores generaciones como Mike Kelley y Paul McCarthy, quienes también posaron su mirada en la cultura popular, mancillando la inocencia de personajes famosos como Blancanieves y Heidi, Da Corte tiende a despo-jar en gran medida su obra de elementos transgresores. Según el periodista Arthur Lubow, esta ligereza oculta la ansiedad subyacente que a menudo está presente de manera más velada en las creaciones de Da Corte. Observa que la obra de Da Corte es “un arte tranquilizador [que] también es de autoconsuelo”1, en el sentido de que inocula al espectador contra la violencia o la perversión. En su exposición más reciente, THE DÆMON [EL DEMONIO], en la Matthew Marks Gallery, Da Corte ha cambiado su enfoque del estudio de personajes a la atmósfera. La exposición, compuesta por pinturas y esculturas centradas en representaciones caricaturescas de interiores domésticos de los años sesenta, cuestiona las promesas modernistas de una domesticidad elegante y relajada, infundiendo al hogar fuerzas inquietantes e incluso sobrenaturales. Aunque la instalación inmersiva jugaba con los símbolos del hogar, persistía una sensación de inquietud.
La desestabilización de lo doméstico hecha por Da Corte —un ámbito que suele asociarse con la calidez, el confort y la seguridad— comenzó nada más entrar. Una luz cruda y brillante inundaba el espacio, acentuada por el suelo de alfombra blanca y las paredes blancas que evocaban a las habitaciones acolchadas de los hospitales psiquiátricos. En el centro de la sala, Da Corte construyó un rincón de conversación empotrado (The Conversation Pit [El rincón de conversación], 2023) y lo llenó de mobiliario retrofuturista inusualmente vibrante: tumbonas curvadas, lámparas de pie con forma de globo y píldoras de gran tamaño que servían de acentos escultóricos. Las formas se inspiraron en la escenografía de A Clockwork Orange [La naranja mecánica] (1971), de Stanley Kubrick, una película con un diseño hiperestilizado que mezcla guiños al estilo mid century, al retrofuturismo y al arte pop con una violencia gráfica y brutal. Como piedra angular del interiorismo de mediados de siglo, los rincones de conversación se vendían por su acogedora intimidad y su asociación con la elegante modernidad. En la exposición, sin embargo, la sala estaba impregnada de una sensación de tensión y frialdad clínica, como si estuviera destinado a ser estudiado en lugar de habitado. A pesar de sus superficies lujosas y coloridas, algunos elementos sugerían juego sucio. Una maceta con una planta hechas de alambre cubierto, hule espuma de poliuretano y terciopelo yacía desordenadamente sobre una mesa de centro con espejos, derribada por una fuerza invisible. La impostada suciedad manchaba el suelo inmaculado mientras una serie de huellas de gato se alejaban del derrame y luego desaparecían misteriosamente. A pesar de que la escena en su conjunto podría estar sacada de un catálogo de diseño de alta gama, The Conversation Pit incluía momentos inquietantes que complicaban las relaciones con el espacio doméstico: una sensación de imprevisibilidad y misterio que surgía a través de objetos que, por lo demás, se encuentran meticulosamente ordenados.
En la pared del fondo, un conjunto de pinturas en blanco y negro de técnicas mixtas tituladas The Dæmon [El demonio] (2022) parecía una tira cómica deslavazada. Las obras no secuenciales representan a un gato caminando por una casa, así como escenas de una pareja leyendo y conversando en su sala de estar. El aspecto de cómic recuerda la inversión de Da Corte en la alegre cultura popular, pero la no linealidad de la obra refuerza la inquietante sensación de incertidumbre de la exposición. En el fotograma central izquierdo, el gato negro está de pie junto a una lámpara de pie que presumiblemente acaba de derribar, lo que recuerda a la planta derribada de The Conversation Pit. El gato parece un viajero entre las obras de arte escultóricas y planas con la misión de perturbar la paz doméstica. En la mitología griega, un demonio es un ser sobrenatural que sirve de puente entre los dioses y los humanos. La exposición es evasiva sobre si el gato es un demonio en el sentido mitológico, pero utiliza al animal de formas que juegan con su asociación con lo sobrenatural: los gatos suelen considerarse tranquilos compañeros domésticos (se les puede acariciar, son agradables a la vista), pero aquí el felino actúa como fuerza disruptiva que trasciende los medios y las obras de arte. En este caso, el artista se resiste a los términos de autoconsuelo de Lublow, toma materiales prototípicamente tranquilizadores —espacios y animales domésticos— y los convierte en fuerzas perturbadoras.
The Grimalkin (2023), una impresión fotográfica digital en popelina y plexiglás que colgaba a una inusual altura en la pared frente a The Dæmon, representa a un hombre escultural, cubierto de suciedad, enmarcado por un vibrante cielo cerúleo. “Grimalkin”, un término anticuado para designar a un gato gris, también se utilizaba para referirse a las mujeres sospechosas de brujería a principios de la Edad Moderna2. Tanto las brujas como los demonios deambulan entre el plano físico y el sobrenatural y, a lo largo de la exposición, estos intrusos cósmicos (ya sea un gato o el hombre con aspecto de gárgola que aparece en la imagen) envuelven al espectador en una atmósfera de extrañeza. Tomada desde un ángulo extremadamente contrapicado, la imagen de origen de The Grimalkin apareció originalmente en una noticia local de Arizona relativa a bomberos que rescataron a un joven que llevaba varias horas atrapado en una chimenea3. Para Da Corte, al igual que para el hombre de Arizona, cuanto más tiempo se permanece atrapado en el interior de la vivienda, mayor es el potencial de inquietante transformación. Las chimeneas —pasadizos de calor, regalos y alegría— también pueden ser túneles claustrofóbicos llenos de peligrosas cenizas y humo. En THE DÆMON, Da Corte se aleja de su supuesto impulso de autoconsuelo e imagina en su lugar un mundo cambiante en el que uno espera la cima de la estabilidad, pero a menudo se encuentra con lo desconocido.
Esta reseña se publicó originalmente en Carla número 35.