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Fotos por Paloma Dooley
Muchos de nosotros encontramos refugio en la naturaleza. Y para quienes viven en la ciudad de Los Angeles, el atractivo de retirarse a la naturaleza para encontrar una conexión reparadora con la tierra es poderoso. El paisaje urbano es duro; literalmente, es pavimento sobre el mundo natural. Cultivar un jardín en Los Angeles es volver a nuestra conexión esencial con la tierra, insistir en su vitalidad frente a la sequía, el cambio climático y el desarrollo sin límite de la tierra. Y, por supuesto, los jardines ofrecen sustento: en una ciudad cara como Los Angeles, plagada de desiertos alimentarios, los jardines pueden actuar no solo como fuentes fiables de alimento, sino también de otros bienes medicinales, espirituales y culturales.
Los números de Carla para el próximo año presentarán fotografías de artistas residentes en Los Angeles en sus jardines, convirtiendo las imágenes en un registro de los cambios de estación. Especialmente en las ciudades, los jardines se manifiestan de muchas formas: en patios traseros, en espacios comunitarios, en latas de café sobre el alféizar de una ventana. Esta serie celebrará la variedad de formas creativas en que la comunidad de artistas de Los Angeles construye jardines para mejorar su vida y apoyar su práctica artística. Comenzamos la serie con las artistas Diane Williams, Heather Rasmussen y Mimi Lauter; todas ellas se retiran a sus jardines para encontrar conexión y conocimiento táctil, convirtiéndose el jardín en un elemento colaborador de sus prácticas y en un lugar de encuentro con la familia y los amigos. A modo de estuarios personales, los jardines son el lugar donde la corriente privada de la vida doméstica se encuentra con la poderosa marea de todo lo que está al aire libre.
Por muy cuidados que estén, los jardines están en constante evolución: siempre están floreciendo, retrayéndose, muriendo y renaciendo. El artista jardinero representa un modelo de aceptación de este ciclo y de profundo afecto por el lugar, el entorno y la comunidad.
Concretamente, en lo que respecta a este proyecto, en Carla nos gustaría señalar que Los Angeles se asienta en el territorio tradicional, ancestral y no cedido de los pueblos gabrieleno/tongva, los cuidadores originales de esta tierra.
Diane Williams
Además de una serie de parterres elevados, plantas hortícolas y cuatro esponjosas gallinas, el jardín de Diane Williams incluye plantas como el hibisco y el índigo, que emplea junto con las agujas de coníferas que caen de los árboles vecinos para fabricar tintes naturales utilizando métodos de tintura filipinos precoloniales. Hace uso de estos tintes en su trabajo textil, abordando la recolección y la elaboración de tintes con un espíritu abierto a la exploración. Para Williams, el jardín no es un espacio prístino o precioso, sino algo vivo y activo que invita a participar y jugar.
Heather Rasmussen
Para Heather Rasmussen comenzó su jardín lentamente. Con esquejes de plantas regalados por amigos, familiares y vecinos, su jardín ha crecido y evolucionado de manera informal e improvisada, a partir de los obsequios de su comunidad. Otras plantas fueron adoptadas de amigos que se mudaron o rescatadas de la acera durante sus paseos por el barrio. También para Heather, el jardín se introduce directamente en su estudio: utiliza los calabacines de cuello largo del jardín de su padre en sus fotografías, plegando su cuerpo en torno a sus formas orgánicas.
Mimi Lauter
Para Mimi Lauter, el jardín es en sí mismo una composición pictórica que evoluciona constantemente con los cambios de luz y el paso de las estaciones. Lauter entiende que el cuidado y la planificación de su jardínse asemeja a la realización de un cuadro: una salpicadura de púrpura y lavanda en un rincón contrasta con una floración de amarillo en otro. Los rojos y los rosas nadan juntos en una mancha monocromática. No se trata solo de la disposición intencionada de varios colores y texturas, sino de la sincronización cuidadosamente orquestada —el crecimiento, los picos y la muerte de cada planta— que se convierte en una manera de señalar los momentos. Cuando una planta está terminando la temporada, otra está empezando a crecer, en un flujo y reflujo diseñado artesanalmente.
Paloma Dooley (nacida en New York, 1993) vive y trabaja en Los Angeles, donde realiza fotografías de exposiciones y documentales para artistas, galerías y museos. Se licenció en Photography en Bard en 2015 y realizó una residencia de un mes en el Vermont Studio Center en 2016. Su trabajo ha sido incluido en publicaciones y exposiciones en EUA y en el extranjero.
Este ensayo se publico originalmente en Carla numero 30.