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El mueble de color marrón medio, densamente adornado, de Gassing the Imperial Throne [Gaseando el trono imperial] (2020), la pieza central de Bad News from the Colonies [Malas noticias desde las colonias] de Sean Townley, en la Kristina Kite Gallery (copresentada por Night Gallery), da la espalda a las puertas de la galería. Además, está instalado dentro de un almohadón de vinilo transparente, envuelto en bandas metálicas y flanqueado por dos tanques de gas argón: una versión inflada de una técnica de conservación común utilizada para acabar con el moho y las plagas. El trono fue rescatado, tal vez ubicado originalmente en una iglesia ortodoxa; también lo fueron el par de alas de ángeles de madera tallada que, fijadas a postes a ambos lados de la sala, hacen eco de los tanques gemelos (Remnants from the Fire [Restos del fuego], 2020). Destinados a un santuario ornamentado o al almacén de un museo, estos objetos podrían pasar desapercibidos. Aquí, las fornidas armaduras de las alas y el argón protuberante alrededor del trono son demasiado corpóreos para las insolentes prácticas de los conservadores o los sacerdotes. Hinchada y expuesta, la exhibición dramatizada de Townley deja espacio para un análisis abierto, incluso volátil.
La exposición de Townley combina muy bien con los azulejos de tablero de ajedrez de la galería y su aura de antiguo banco. Esta ligera especificidad del lugar enmarca fragmentos de “instituciones antiguas” de Bizancio, Roma y la Europa humanista, de una manera que amplía sus temas mutuos. The Imperial Mace (Retired) [La Maza Imperial (Retirada)] (2019), situada en la galería trasera, forma un eje con el trono y las puertas. La pieza es una réplica de la maza de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, un cetro basado en los fasces romanos (un haz de varas) y rematado por un Aquila (águila marcial) que todavía lleva a la cámara el sargento de armas cada vez que se reúne el Poder Legislativo. La versión de Townley sustituye el ébano y la plata del original por el carbono y el acero —y también decapita al águila—. Esta iconoclasia es una versión literal de la degradación que Townley lleva a cabo a lo largo de la instalación al extraer estos notables remanentes imperialistas de los rituales de la democracia contemporánea. Muy cerca se encuentra JUDGE JUDGE JUDGE [JUEZ JUEZ JUEZ] (2019), una imitación majestuosa de la toga de un juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos (completa con exclusivos pliegues) que Townley ha solidificado con resina y colocado en una losa de caoba lánguidamente moldeada. La toga está desinflada, arrugada y mate, como si el juez que la llevaba, como un muerto viviente, se hubiera fundido con la oscura y majestuosa madera. En la pared, un molde de un códice con ruedas, Untitled (XSLOTHXCLAWX) [Sin título (XSLOTHXCLAWX)] (2019), mezcla referencias arcanas a una conspiración al estilo Illuminati, a Thomas Jefferson y a la megafauna prehistórica. Dentro del sentido físico de “orden” de la muestra, el tratamiento de Townley de la parafernalia de los símbolos de poder de Estados Unidos sugiere la contaminación cruzada mística y moralista entre las creencias que fundamentan y rodean cada escultura.
Por supuesto, los Estados Unidos ya no son colonias —nosotros tenemos colonias— y los fingimientos del Estado no son noticia. Aun así, en un país que deifica a abogados liberales tanto como demoniza a los capitalistas septuagenarios —en un mundo en el que uno de los defensores más elocuentes de la justicia climática es el papa—, vale la pena repetir que los absurdos dramas de poder siempre han sido eficaces distracciones. El mundo ya es extraño de por sí. Las mejores esculturas de Townley aparecen en la galería como fragmentos puntuales de un texto a menudo mal citado. Al igual que el trono recuperado en su burbuja, coloca objetos ceremoniales y supersticiosos en la anóxica inmovilidad material del arte. Despojados del contexto del gobierno y de dios, suprimido el crecimiento de los insectos y las esporas, estos objetos siguen siendo significativamente reactivos.
Travis Diehl vive en Los Angeles desde 2009. Ha recibido la beca Creative Capital / Andy Warhol Foundation Arts Writers Grant (2013) y el Premio Rabkin de Periodismo de Artes Visuales (2018).
Este ensayo se publicó originalmente en Carla issue 23.