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¿Quién es el supervivencialista del Juicio Final: el activista medioambientalista esperanzado, determinado a habitar nuestro planeta mucho después de que este se encuentre dañado irreparablemente; el teórico de la conspiración sensibilizado con el inminente caos económico y social; o el magnate de la industria tecnológica tan aterrado ante un mundo postapocalíptico como ante su propia mortalidad?
La exposición de Colleen Hargaden, Strategies for Inhabiting a Damaged Planet [Estrategias para habitar un planeta dañado], en la Galería de Bellas Artes Hunter Shaw, refleja esta aparentemente incongruente diversidad del público americano que atraviesa ideologías, creencias religiosas y partidos. Mientras cada espectador puede encontrar en este trabajo un reflejo de su propia posición—liberal o conservadora, esperanzada o pesimista, activista o negacionista del cambio climático—Hargaden alumbra el tejido conjuntivo que une estos públicos, normalmente diametralmente opuestos: una tendencia al individualismo que crece rápidamente en nuestro país, así como un interés en la supervivencia personal sobre todo lo demás.
La exposición presenta dos conjuntos de obras diferenciados, pero temáticamente relacionados, producidos durante los últimos tres años. El primero, empapado de la luz natural de la ventana frontal de la galería, incluye dos piezas formalmente análogas, Capsule One: How To Grow Sprouts [Cápsula uno: Cómo cultivar brotes] (2018) y Capsule Two: Portable Apothecary [Cápsula dos: Botica portátil] (2020). Cada una comprende una unidad de estanterías metálicas con una maleta impermeable alimentada por energía solar, que aloja un tutorial de video, así como los materiales requeridos para—como su nombre sugiere—cultivar brotes de alfalfa o elaborar diversas plantas medicinales. Los videos didácticos elaborados por Hargaden se encuentran disponibles de forma gratuita en YouTube, el lugar del cual extrae mucha de su investigación y su cono- cimiento supervivencialista. El uso de redes sociales y bases de conocimiento colectivo como sus fuentes primarias de información refleja las prácticas usuales del público americano y plantea inquietudes esenciales sobre la veracidad de lo que se está consumiendo. Una búsqueda inocente de cómo cultivar brotes puede llevar fácilmente a través de un laberinto hasta la rama menos altruista y de mentalidad menos medioambientalista del supervivencialismo, la de teorías de la conspiración antivacunas y milicias ciudadanas.
Instalado en el interior menos iluminado de la galería, el segundo grupo de obras invita a los espectadores a tomar asiento en el Water Brick (Furniture) [Ladrillo acuático (mueble)] (2019) de Hargarden. Allí, los visitantes pueden ver el video de dos canales sincronizados de Hargarden titulado Reproducing “H2O” [Reproduciendo “H2O”] (2019), así como examinar un manual que detalla cómo recrear el video fotograma a fotograma. El video de dos canales está compuesto de un pequeño monitor de televisión de tubo Videotronics que reproduce la película de 1929 de Ralph Steiner H2O—una de las primeras grabaciones cinematográficas el agua—, así como la recreación a gran escala de Hargaden de dicha obra proyectada sobre la parte trasera de la pared divisoria provisional de la galería. Fotogramas negros sin imagen interrumpen la versión de Hargaden, indicando escenas que ella fue incapaz de recrear dada la dificultad de reproducir H2O, del mismo modo que el tiempo y los cambios geoambientales impiden el acceso a un recurso rápidamente menguante.
Aunque WaterBricks fueron concebidos originalmente para “suministrar agua y comida a personas que viven en partes del mundo remotas y empobrecidas [así como] a víctimas de desastres naturales”1, pero el fenómeno del supervivencialismo, con la ayuda de las grandes corporaciones minoristas, ha reinventado esta tecnología para atraer al consumidor medio americano. Del mismo modo que Hargaden creó piezas de mobiliario minimalistas a partir de esas unidades modulares, compañías como Amazon presentan imágenes de productos en las cuales los ladrillos de agua sirven como mesas para el café en mundanas casas de clase media. Aquí, un agente intencionado del activismo medioambientalista ha sido remodelado, incitando y propiciando que el miedo apocalíptico penetre en la cultura de consumo y en espacios domésticos.
Generaciones de fenómenos sociales —incluidos los bunkers de la era de la Guerra Fría de los 50, la contracultura de la Costa Oeste de los 60 y el movimiento back to the land (regreso al campo) de los 70— inspiran el actual movimiento supervivencialista. Este propone una vuelta a la naturaleza, la renuncia a la América corporativa y el consumismo y un modo de vida al margen del sistema. La exposición de Hargaden refleja muchos de estos valores proporcionando generosamente paquetes de semillas y guías prácticas para aquellos espectadores interesados en plantar semillas, hacer remedios herbales o reproducir H2O de Ralph Steiner. Sin embargo, una reflexión sobre el material de la artista y las fuentes de información revelan las contradicciones inherentes del supervivencialismo, su dependencia de sistemas capitalistas y su incapacidad de manifestar un modo de vida realmente al margen del sistema.
Una rápida búsqueda en Google revela que el material que compone las instalaciones de Hargaden se encuentra a unos pocos clics de distancia, disponible en megacomercios como Amazon o Home Depot. Este hecho puede implicar que la artista es una narradora poco fiable, potencialmente cómplice en el consumismo corporativo del cual el movimiento supervivencialista —y, por extensión, la obra expuesta— aboga teóricamente por renunciar. Dicho esto, la tensión alentada aquí entre consumismo y medioambientalismo permanece íntegro en la representación fiel por parte de Hargaden de dicho movimiento. Las corporaciones proveen de las “materias primas” para una vida fuera de la América corporativa, como la supervivencia y conveniencia individual triunfan sobre los comportamientos realmente medioambientalistas y comunitarios.
Gracias a compartir generosamente conocimiento a la vez que sustento, el trabajo de Hargaden une un amplio espectro de perspectivas ideológicas en un espacio de mutualidad, mientras que saca a la luz algunos de los valores más oscuros del fenómeno supervivencialista. Strategies for Inhabiting a Damaged Planet crea un productivo diálogo entre prácticas oximorónicas, incluyendo consumismo al margen del sistema, individualismo que comparte recursos y supervivencialismo dependiente de la tecnología. La ironía inherente a estos términos emparejados señala las complicaciones que subyacen bajo las estrategias ecológicas actuales y la diversidad de comunidades que participan en ellas. Por todo ello, mientras algunos pueden ver las obras como artilugios del miedo, otros las verán como símbolos de esperanza.
Esta reseña se publicó originalmente en Carla issue 22.